domingo, 2 de agosto de 2015

MUDANZAS Y MÁS MUDANZAS


     Mudanzas y más mudanzas conforman nuestra vida, tal vez, cabría decir,  que para que el tedio no sea el que se apodere de ella. Algo parecido podría decirse de la naturaleza, siempre con el frasco de las esencias y de lo inesperado abierto de par en par, con idénticas intenciones de que nunca el hoy sea igual al ayer, que haya signos que lo diferencien y distingan. Pero cosas existen en ellas, al igual que en nuestras existencias, que se aferran, como pequeños sin equilibrio aún a las faldas de sus madres, a lo que en el fondo hay de inmutable en todo lo que a nuestro alrededor se mueve. 
      Nos lo recuerda esta mañana, primeriza de agosto, ese levante peleón del que ya hace algunos siglos nos hablaba nuestro paisano Espinel; que, periódicamente, batía con denodada fuerza nuestras tierras, encontrando desde el Estrecho, pese a la oposición de las cumbres serranas, un camino expedito para abrirse paso, transportando salinos olores y vaharadas impregnadas de verdores de viñedos, de escondidas cañadas, ganados en libertad y repletos cauces de sonoros arroyos.
       Hoy como ayer, sin cambios notables, esas nubes que se concentran y se aferran a las cumbres y laderas de nuestras montañas, como si algo de su fortaleza tomaran, proclamando están que entre tantas mudanzas y cambios atmosféricos como ya nos asedian, que, al menos, hay cosas, por muy alteradoras de nuestros nervios que sean, que inmutables en su quehacer siguen, y por ello, sabiendo lo que nos espera, merecedoras de nuestro cariño y estima.


 

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