martes, 29 de mayo de 2018

          UNA ALBORADA Y UN BURGALÉS DE PRO.

          No canta el día, que no es de los mas luminosos, un tanto apagado y gris, no obstante estar algo avanzado porque las amanecidas son ahora muy madrugadoras y tempraneras, retando en su propio hogar a las sombras, a las que  sin ninguna consideración persigue y ahuyenta.
      Madruga uno también, que lo tiene por costumbre, casi pisándole los talones al día, al que siempre se le saluda con manifiesto respeto e incontenible alegría, tanto por estar vivos una jornada más como porque sin él, sin ese espacio por el que transitamos y trajinamos, mezquina sería nuestra existencia, que necesitada está de algo a lo que prenderse, de sueños, por muy fantásticos y utópicos que sean, para que el hecho de estar vivo no sea una paradoja, que el vivir sea algo consistente y no una inercia cargada de vacío, de huera soledad.
            Con la familia venida de fuera, aún en cama, comprensible porque son jóvenes y se acuestan tarde, la alborada, que ya casi no lo es, nos sorprende como debía sorprender a la gente del medievo, y es que Isidro García Sigüenza, ese prohombre que las tierras burgalesas, sin necesidad de reyes ni de reconquistas, ni de llantos, ni de cañones ni expulsiones, nos mandó para acá, empeñado anda el hombre en hacernos entender que aquí nació una de las glorias de las letras hispanas, que maldito sea el caso que le hacemos a su nombradía ,y a la de una de las obras más sugerente de toda la literatura clásica hispana, su Marcos de Obregón. De mínimo acólito, le sirve uno en algunos momentos, que ya que le gustaría ampliar esta pequeña ayuda a una actividad, la suya, feroz, agotadora, de divulgador de cultura o, a ratos, de arriero tragaleguas, que ya desde aquí Salamanca, pocas tierras quedan no holladas por él en compañía de su burra, que le entiende como si progenie suya y no asno fuera. 
               Decía que la alborada nos sorprendió, pues el incansable Isidro, en ropas de Espinel, a mi puerta se presenta, con dos o tres docenas de colegiales, a los que sacados de sus obligaciones escolares, ha puesto a cantar, coplas de su ingenio en alabanza del vate rondeño; coplas que muy bien pudo cantar y componer el mismo Espinel, que para ello era poeta y músico, y que sin desdoro de época ni momento, suenan a puro cielo en las gargantas infantiles, a las que con igual entusiasmo y destreza acompañan los instrumentos de dos maestras, a las que este inefable burgalés ha contagiado de su insaciable sed de divulgar,
,porque enseñando también aprende él, que no mucho le queda por aprender.
               Y uno que no sabe cómo agradecer este gozoso encuentro con la alborada, con los escolares, con las solícitas maestras y con ese burgalés de pro, pura vida, solo se le ocurre, para malamente corresponder, este aluvión de renglones, que no sé si a alguien interesará.

lunes, 28 de mayo de 2018

       LA HIJA DÍSCOLA DE LA NATURALEZA

      Como en incontables familias, igualmente la naturaleza tiene su cría díscola, una rebelde que no tiene horas para entrar o salir de casa y a la que por esas circunstancias de su carácter independiente, respondón y altanero no cabe seguirle los pasos; que aparece y desaparece cuando le da la real gana, que hoy chilla enfurecida y se encara con el más pintado y mañana no da señales de vida, y ni rastro queda de cuanto fue, ni de cuanto alboroto y algazara fue culpable.
        Con su níveo cortejo de nubes nimias, apenas una docena de ellas, en un idílico y doméstico panorama, apenas esbozando unas pinceladas de menudos algodones en un plácido y pacífico añil, muy encumbradas y en apariencia timoratas, pasando desapercibidas, ni el más soñador pensaría que en su seno guardan todas  las furias con que cuando menos se espera desahogan los cielos, su ira y reconcomio, presto a estallar,  más inesperado y desmedido. Hijas son las tormentas de la cólera del universo, que cuando menos se espera, estalla y en no en pocas ocasiones mete miedo con su poderoso despliegue de truenos, rayos y aguaceros. Como por aquí andan estos días, a contemplarlas y no a sufrirlas toca, que grandioso y no costoso es el espectáculo.


miércoles, 23 de mayo de 2018

DIAS LUENGOS

      Los días de mayo, con su fila de ordenadas y encadenadas horas, sumisas a lo que le manden, dan para mucho, porque infinitas son las luces que vagan por la ciudad y por los cercanos campos, desde un pronto amanecer hasta un tardío oscurecer. Días luengos, como una hogaza de las de antes, las de alimentar sin más a una familia de muchas bocas y ningunas perras. Son férreas corazas los días y feble papel de fumar las tinieblas de la noche,
      El sueño, siendo reparador, que no siempre lo es, también juguetea con la nada, casi un ensayo de lo que a todos nos espera, en un funesto vacío sin funerales ni llantos; pero desde luego eso prevalece en ese letargo: una no existencia. Puestos a elegir, lleva todas las de perder la noche y su cierta inactividad frente a esa explosión cerebral, física y espiritual que nos sostiene cuando estamos en pie.
       Por lo que de desgracia pueda ocurrir mañana, atémonos hoy a esa cinta de luminarias y primores y con festivo corazón, sin temor alguno, loemos a esas horas luminosas de días que nunca parecen fenecer, que odiosas y malvadas suelen ser siempre las sombras.


domingo, 20 de mayo de 2018

          MODOS DE TOMARLE EL PULSO A LA CIUDAD

       Variadas son las formas de tomarle el pulso a la ciudad. El que escribe, ama la tempranera, pujando el amanecer por sentar sus reales, o con la amanecida ya presente llena de sugerencias y  de amortiguadas luces, todo semidormido o esforzándose por desprenderse de ese sopor en el que transita y manda el sueño. No hay pregones de gallo, ancestral espabilador del día, porque escasos quedan en suelo urbano. Por demás, una ciudad aún dormida, o casi en vías de hacerlo, tiene la magia de  algo así como el de ser guardián de un secreto, del que solo sabemos que es feliz depositaria, pero del que nos falta conocer de qué clase es, cuál es el misterio que guarda en sus entrañas. Tal vez ese secreto, nada más sea ese tesoro espléndido, sosegado,  como el del capullo de una flor que está a punto de abrir sus pétalos y seducirnos con su belleza; y no es mala comparación, nos parece, porque de similar aunque metafórico modo, ahí están apretujados, como niños con frío, transmitiéndose calor unos a otros, calles, plazas y viviendas al amor de más altas prendas monumentales, templos, collados, montañas, con ese espectador que cuando le dejan nubes curiosonas de ese despertar, nunca falta: la inmensidad de los cielos.

jueves, 17 de mayo de 2018

         ESA ETERNIDAD EN QUE SE MUEVE LA MAÑANA

         Birlados, como han hecho los cielos este año con los dulzores de la primavera, uno, en vano e infantil desquite, se suma a  esa quietud que llena de diminutos recortes de rumores esta mañana. Avanzan las horas y a su fogoso ritmo, sin distorsión alguna, apaña su renacer por doquier una tierra que en este recatado rincón a un sin fin de florales promesas se abre; en un sin sentir que, a grandes ratos sí que lo es, porque una invasión de inclasificables verdes con sus incontables matices, brillos y donosuras es el dueño y señor de una arboleda de redondeadas y prietas copas, hongos cabezones abiertos a cuanta luz asume este día de un mayo, que solo pretende serlo, con un equilibrio de soles y sombras en las que cada parte asume su definido rol, porque el sol calienta y la sombra algo enfría esos ardores; como ha de ser para que, igualmente, nuestro particular equilibrio se sienta en calma y con ganas de ver, de caminar y, con toda la ilusión del mundo, modesta y huidiza mota, de querer formar parte de ese todo en que la vida, la eterna, la que nunca ha de morir, se mueve hoy.

sábado, 12 de mayo de 2018


            CIENTO Y UNA ESPERANZA DE CAMBIO

          A la mañana gris, indecisa, de este sábado casi primaveral, le sobran ánimos, no obstante, para acoger a una verdadera multitud de forasteros hispanos, familias enteras, con abuelos, niños, tíos y vecinos, de muchas provincias y poblaciones, andaluzas o no, que no acuden con espíritu de turistas, por ser la ciudad ya conocida por ellos, sino el de contemplar, los más, a paisanos, a amigos o a amigas, o a  miembros de esas mismas familias que corren a pie o en bicicleta, por las tierras serranas, los ya clásicos 100 kilómetros de la Legión.
           Nos queda el desgraciado recuerdo de  la tenebrosa  fama que durante décadas acuñó La Legión, gestada durante los infaustos años de la Guerra y de la cruel dictadura que siguió. Es por eso, que con toda la placidez y agrado del mundo, hemos disfrutado en esta mañana de mayo, de la mudanza de los tiempos que ha conllevado también la de este Cuerpo de legionarios, lejos de cualquier guerra  que nos ataña, aunque  como humanos nos atañen y amarguen cada una de ellas, las de cualquier rincón del planeta. Un espectáculo gozoso el que nos han brindado unos miles de personas, que rondaban los diez mil, llenando de estandartes, color, jovialidad, jolgorio y sana alegría toda nuestra luenga calle mayor, la de la ola, de unos deportistas que no buscaban ni gloria, ni menos dinero, como tantos otros, sino sacarle a la vida, al paisaje y al compañerismo, lo que estos con pródigas manos ofrecen de bueno, que es mucho.

miércoles, 9 de mayo de 2018


ANDAR Y PEDIR

      Abruma este calor que, con toda firmeza, casi sin previo anuncio, abrasa secando antiguas humedades, que duraron lo que no está escrito, y que se ha dejado caer con toda la pachorra del mundo sobre nuestra ciudad y tierras adyacentes. Si hace nada renegábamos de la persistencia y tozudez del frío y de la lluvia, pocos tardaremos, vista la humana inconformidad con el devenir de los cielos, al igual que con las de otras menudencias, en clamar contra la presencia de una atmósfera que no viene más que a lo suyo, aunque, diríamos, que abusando un poco del protagonismo que el paso de los días le concede: a espantar el invierno y a pisotear y comerle la moral a una primavera, a la que, a la pobre mía, con todo su lirismo y poética historia, no ha dejado asomar su risueña faz, ni unos breves instantes siquiera.
            Con esa pacífica calma atestando las calles de visitantes, un colectivo que recibe con los brazos abiertos los beneficios de los rayos de sol inundando plazas y rincones, es el de la pobretería ambulante; antes sedente en sitios estratégicos o metida en portales a la vista, pero sin dar demasiado la cara, y que ahora a lo largo y ancho de Ronda, recorre incansable lo que haga falta recorrer, sin parar un momento, brazos alargados de manos desnudas o con escudilla, pero siempre implorantes, mendigando unas monedas, consciente de que el momento es inmejorable para eso: para caminar y pedir.

viernes, 4 de mayo de 2018

        APOCADO ANUNCIO PRIMAVERAL

      Tras tantos embates de unos enfurecidos meses, con tantos turbiones, huracanados vientos, días plomizos y los soles alumbrando otros foráneos predios, uno saluda con desahogada reverencia y esperanzado ánimo a este mayo, aún una pizca indeciso, algo desorientado por hallarse casi en mantillas, o, lo que es decir, recién llegado a su florido trono; porque sin osar arriesgados vaticinios,  de lo que no vamos a carecer, con esa masiva llegada de torrenciales aguas, son de plantas, verdor y multicolores flores, que, queramos o no alegran la vista y despiden gratos olores, ante tantos nauseabundos, metafóricos y reales, como cada día nos toca soportar. 
         Lo seguro es que dentro de ese tira y afloja en que se mueve el mes, hay ratos en que los rayos del astro rey acarician sin quemar; que una primera vestidura de reluciente y sedoso brillo presta amenidad y galanura a cuantos árboles nos tonifican la pureza de los aires serranos; que hay trinos casi celestiales de pájaros desde su nemorosos asilos festejando la estación, por muy remisa que esté esta a mostrar su presencia; y que, en fin, lo que examinando lo pasado nos parece mucho, con un ahora me pongo, ahora me quito, la primavera parece lanzar un tímido anuncio de que llega, o eso pretende.

jueves, 3 de mayo de 2018

      CULTO CON POCOS OFICIANTES

      Oficiantes de un culto cada vez con menos fieles, el del libro, la pasada semana, con un grupo de letraheridos, sin cámaras, fotógrafos, periodistas, políticos, ni representación alguna municipal, rendimos homenaje, un año más, a una de las más fantásticas invenciones del hombre, con la publicación de sendas obras. Un disfrute más con el alumbramiento de estos dos libros, sea cual sea su recorrido y divulgación; la sangre, el sudor y las metafóricas lágrimas que costó al editor su edición y los esperanzados empeños de su autor por insuflarle vida ya son historia, y que hiciera alguna sí que nos gustaría, y bastante más que ustedes leyendo en ellos, los disfrutaran, pero creo que eso es mucho pedir.