domingo, 20 de mayo de 2018

          MODOS DE TOMARLE EL PULSO A LA CIUDAD

       Variadas son las formas de tomarle el pulso a la ciudad. El que escribe, ama la tempranera, pujando el amanecer por sentar sus reales, o con la amanecida ya presente llena de sugerencias y  de amortiguadas luces, todo semidormido o esforzándose por desprenderse de ese sopor en el que transita y manda el sueño. No hay pregones de gallo, ancestral espabilador del día, porque escasos quedan en suelo urbano. Por demás, una ciudad aún dormida, o casi en vías de hacerlo, tiene la magia de  algo así como el de ser guardián de un secreto, del que solo sabemos que es feliz depositaria, pero del que nos falta conocer de qué clase es, cuál es el misterio que guarda en sus entrañas. Tal vez ese secreto, nada más sea ese tesoro espléndido, sosegado,  como el del capullo de una flor que está a punto de abrir sus pétalos y seducirnos con su belleza; y no es mala comparación, nos parece, porque de similar aunque metafórico modo, ahí están apretujados, como niños con frío, transmitiéndose calor unos a otros, calles, plazas y viviendas al amor de más altas prendas monumentales, templos, collados, montañas, con ese espectador que cuando le dejan nubes curiosonas de ese despertar, nunca falta: la inmensidad de los cielos.

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