martes, 30 de enero de 2018

           DE MIL DEMONIOS EL VIENTO

     Este enero, fustigador, pendenciero, alborotador, también ejerce estos días inciertos de elemento purificador, y es de ver cómo en su tremenda azotaina, en su turbión de airados bofetones, en su descarga de bufidos, se estrella allí y acá contra en lo que en su febril carrera halla. Arranca de cuajo miles de detritus de añeja suciedad, miles de caducas hojas que sin dueño andaban, prohijándolas, miles de hinchados plásticos, miles de papeles con anónimos textos, miles de basuras, durante meses invasoras  y clama en puertas y ventanas, sacudiéndolas, lamiéndolas, aporreándolas, encogiéndolas y atemorizándolas, para que duda no quede de quién es el que manda ahora. Y una pizca de ese temor, invade asimismo a los moradores de esas viviendas, a las de toda la población, que se han puesto a pensar, sin saber dónde meterse, arrebujado entre líos de sábanas y edredones, más acobardado que nunca, que si este viento destructor tendrá algo de juicio final, un poco de fin de todo lo que nos rodea y queremos.

jueves, 25 de enero de 2018

          UNA NIEBLA QUE NADA DURA

       Cuando el amanecer se presenta como hoy, con vellones de prieta lana, con gruesas capas de algodón, hurtando la visibilidad de viviendas y tejados, no dejando ver más allá de tus narices, uno se las promete muy felices porque pocos espectáculos existen más hermosos que la niebla haciendo cabriolas, hecha dueña y señora de ese enorme y hondo espacio al que llamamos Tajo, jugando con tu percepción a la que a ratos engaña, descubriendo y tapando; y cámara en mano, dispuesto vamos, a todo el correr que nos permiten la movilidad de nuestra débiles piernas, temerosos de que cuando lleguemos al balconaje de la Alameda y a los ahora desnudos olmos que en su alineación lo imitan, nada quede de las apelotonadas y madrugadoras nubes, más que el recuerdo.
        Y ,por desgracia, así es si no fuera por huellas de su paso que tras esa inofensiva invasión, permanecen aquí y allá, sombreando cumbres y situando jirones en otros casos, que se aferran al suelo de las huertas, de las pequeñas praderas y de los nimios bosquecillos de olivos, como aliento, visible con el frío, de la madre tierra. Y con esa insatisfacción tan propia de los humanos, se marcha uno, con su necedad, cómo si ese escenario tan fuera del mundo que diariamente nos ofrece nuestro serrano precipicio necesitara de algo para maravillarnos, para dejarnos sin habla; y con la misma premura que llegamos, si echar siquiera una mirada a ese esotérico equilibrio de los almendros ya florecidos en las laderas del Tajo, nos marchamos. ¡Que los magnánimos dioses, los manes y los penates, y todos los demás, nos perdonen!  
       

domingo, 21 de enero de 2018

            CON OTROS AIRES PERO LOS MISMOS MALES

       Apacigua enero sus furores, o puede que, aparentando una engañosa y pronta retirada, los esconda, para, cuando menos se piense, ponerlos en liza de nuevo. De momento, es muy de agradecer la tibieza y calidez de un sol que no pretende ser falaz para nadie, porque pese a todo, a calentar viene, que es lo suyo, con meridionales humores y rayos que son una bendición para el cuerpo y para el espíritu; pues aparte de los consabidos beneficios, que cuando está de buen ver vierte en nuestros humanos organismos, no es lo mismo caminar más pendientes de charcos helados o de dónde meter las manos para proporcionarles un mínimo de ardor, que de los atractivos que pueda ofrecernos la estación, con brotes por doquier en el campo más próximo y en las mágicas laderas del Tajo.
            Andar y ver, remozados y como nuevos, acumulando sensaciones de luz y color, sin que nos amedrente, como en pasados días, el rigor del frío, tozuda agua o huracanados vientos, avizorando el permanente espectáculo natural que nos rodea, con perceptibles huellas de una mudanza que ya, muy tímidamente, anuncian los almendros.
         Otro espectáculo más humano, pero de antiquísimo origen, también anda desde hace unas semanas por estos lares: el del circo. Ignoramos si el hecho de una estancia más prolongada que de costumbre, provendrá de los mismos problemas que el de los antiguos circos, aquellos de modestas  carpas y equilibristas y de famélicas fieras, que nos visitaban en los años cincuenta del pasado siglo,  con desoladoras actuaciones en las que apenas ganaban dinero para trasladar su fanfarria y sus animales enjaulados hasta otras poblaciones. En el Llano, hoy tan poblado, desierto entonces, meses permanecían pasando hambre e, imaginamos, maldiciendo el día el cual aquí llegaron.  
  

lunes, 15 de enero de 2018

      COMO CÉSARES ROMANOS, EN LA ESPESURA DE UN LAUREL

      La lluvia, la última, fue por fin pertinaz, remediadora, sin vientos que la desfiguraran y alocaran. A nadie, sin embargo, desquiciaron más que a una pareja, carbón carbón, pico zumaque y cola señorial, de chovas que, desde hace algún tiempo, se regalan, como romanos césares, con la frondosa espesura, verdor y acre olor de un panzudo laurel, que en mi jardín, muy descuidado y lleno de años crece.
       No es mal sitio, porque su prieto y amazacotado interior, pone freno a los desasosiegos que causan las bruscas mudanzas del tiempo; ora, a las crudeza de los hirientes inviernos, ya a las insufribles taras de las calimas de los interminables estíos.
       También a ellas, vivientes al fin y al cabo, amedrantan la rigurosidad de las estaciones desatadas, y si a pesar de todo pechan con lo que de los cielos en el exterior cae y a sufrirlo salen, es porque, como a todos, les parece una necesidad respirar ese aire montaraz que por doquier, de aquí y allá, impregnándolo todo, desde las cercanas sierras, sumiso y puro, viene.
        Pero claro es,  con todas sus buenas intenciones, cuando se deciden a dejar su abrigado hogar, el agua que no da un respiro y que todo lo empapa, también donde ponen sus patas, en tejados, antenas, chimeneas, balcones, empalizadas


y suelos, las confunde y dudan, pensando si han hecho mal en desafiar a esa humedad que va en aumento y que no deja ver más que lo que a su vera tienen. Y con azorado e incierto desplegar de sus pequeñas alas, con la inquietud como bandera, ellas, tan apaciguadas de suyo, ahora se descontrolan, pierden sus nervios, también ellas, y ni por un momento se están quietas.

domingo, 14 de enero de 2018


ENGAÑADORA ES LA NOCHE

      No siempre es la noche un piélago de aguas calmadas,  reparadoras de inquietudes y fatigas, en las que a conciencia sumergirse para dar un mentís al día y decirle que no todo es él, que no todo es claridad y palpitante vida.
       No dormir cuando todo invita: la hora, el silencio, la oscuridad que se procura, el reloj del tiempo casi inmóvil, como si no contara añadiendo hojas al libro del caminar y de los años, se diría una traición, un mal pago a la noche y al respeto debido a sus inamovibles y placenteras leyes.
        ¿O es ella, taimada, la prieta noche, la que hurtándonos lo que es de eterno convenido: un temporal abrigo, una nada vigorizadora, un opio a trapacerías y desdenes, la que urdiendo excusas que no se ven ni se oyen, la que escurriendo el bulto, la muy veleidosa, la que nos engaña y nos condena?



viernes, 12 de enero de 2018

       SOLAZÁNDOSE ANDA EL INVIERNO

        Que por aquí anda solazándose el invierno, con su digno pregonero, el pérfido enero, más patente se hace en estos iniciales días del mes, cuando con desangelado ánimo y bolsillos hueros, a nuestra vera lo tenemos caminado por esa tremenda cuesta que a la ruina doméstica tienta. Y es que con las primeras dentelladas de ese bribón, que en carne viva hieren, igualmente parece flagelada la ciudad, con esas ramas arbóreas, por doquier, "in puribus", o lo que es decir, mostrando sin pudor alguno su desolada desnudez y unas redondas semillas en los altos ejemplares del paseo de nuestro afamado parque, que son como lágrimas por un frondoso verdor y de un pudor que antaño tuvieron  y ahora yacen perdidos.
            Y algo extraño de ver, las aceras también lloran su soledad, añorando esas manadas de turistas que las reventaban, de extraños pelajes y lenguas, impersonales, gregarios hasta el hartazgo, sin más voz que la de su guía, no siempre fiable, muchas veces embustera, ni tampoco sin darle más destinos a sus pasos, que a lo que su dictador, su dios ahora, se le apetezca, que ellos son ciegos y él su lazarillo.


         Para que no se diga, de todo ese apabullante tumulto de extrañas jergas, libertad de vestidos, para reír a carcajadas las más, algunos de los más fieles de nuestros visitantes, los orientales, aunque con la laxitud de un precario goteo, se han liberado de la dictadura de los viajes grupales y de sus vocingleros guías, y en pareja de a uno o de dos, con rostros de que ahora, la ciudad, semi vacía de viajeros, es toda para ellos, con faces en las que baila la felicidad del momento, te miran con ojos inquisitivos, como si quisieran preguntar algo, o a uno se lo parece, porque lo cierto que en esos libros y mapas que nunca se les caen de las manos, está escrito, posiblemente, más de lo que cualquiera de nosotros, los naturales, sabemos de nuestra ciudad.
        

miércoles, 10 de enero de 2018

ENERO: USOS, ABUSOS Y CONMEMORACIONES


            Enero, ya se sabe, en sentido figurado, se constituyó siempre en empinada cuesta, tanto por la posterior escasez de dinero que, a manos llenas, viviendo como reyes nuestro particular carpe diem, nos dejamos en esa locura de fiestas a las que da cobijo la Navidad, como por lo que, por su parte, añade la naturaleza mostrando su más hosca faz en este mes.
            Se diría que nada ha cambiado con los años, aunque algo creemos que sí, porque el derroche dicho es mayor y, por el contrario,  los aires cortantes, las escarchas y las nieves van, en decreciente escala, a menor, por mucho que una imprevista ola, de vez en cuando, tal ahora ocurre, nos traiga a la memoria insufribles inviernos, los mismos que con tres líneas de su mágica lira nos supo describir Espinel, desde su tierra, que es la nuestra:

                                   La destemplaza deste invierno frío
                                   y entre estos riscos el levante y cierzo
                                   encogerán al más lozano brío.

            Y hablando del nunca bien ponderado genio de Vicente Espinel, al pensamiento nos viene, que, en este año, se cumplen cuatrocientos de la publicación de una de las cumbres de la literatura hispana y de la novela picaresca, por llamarla de algún modo, de Relaciones de la vida del Escudero Marcos de Obregón, pues, sin desdeñar a ese género, en su contenido, encontramos mucho más, siendo uno de los atractivos de una obra que con el paso de los siglos ha ido ganando adeptos y el favor unánime de una crítica especializada, antes algo reacia, tal vez por desconocimiento, a admitir todas sus grandes virtudes literarias.
            Mirando hacia adentro, Ronda y su entorno, adquieren en el libro un particular protagonismo, traído a colación por su autor con cualquier motivo, porque también eso hay que agradecerle a Espinel, esa presencia no siempre visible en otros ilustres nombres que nacieron aquí, a los que habría que pedirles  que se sintieran orgulloso de su tierra y que, de un modo otro, su nombre, su historia y sus cosas, la hicieran sonar con fuerza, en horizontes que no fueran los de nuestros lares.
            Más allá de esos actos, que de la mano maestra, por profesión y sabiduría, de Isidro García Siguenza, con tanto amor y entrega se prepara, una forma particular de homenajear a nuestro paisano es dedicar unas horas a la lectura del libro, con la seguridad que no será un tiempo perdido y que además del disfrute que deparan aventuras, cuentos, y ese sorprendente viaje de Ronda a Salamanca de un novato estudiante, sin duda andanzas del propio autor, entraremos en el conocimiento de una época y, sobre todo, de cómo se desenvolvía en ella nuestra ciudad.
            Y para instancias de más altura, no sería mala idea quitar esa simulación de figura de Espinel, un adefesio nos parece, de la plaza de Moctezuma, priva de espacio e intimidad a lugar tan coqueto y habla pestes de cuanto debemos a Espinel y no le damos: lo menos una escultura digna, que no todo sea folclore.     

             

martes, 9 de enero de 2018

     CON BLANCOS PAÑALES EL AÑO

     Habría que agradecerle al año que se haya dejado venir con pañales tan blancos que son un primor. De las dos formas de purificación que esgrime la naturaleza, esta con que ahora se nos muestra, la del frío, es sin duda la de más fiar, puesto que la otra, la del fuego no deja buen recuerdo, con métodos, los de la terrible inquisición, que a más de muertes a mansalva, dejaba siempre feos rastros de cenizas  y de un insufrible hedor, y a veces, como hogaño, cuando de devorar  bosques y parajes se trata, una total ruina.
      Aunque helador, más clemente y amigo, por mucho que cale los más gruesos abrigos, es para nosotros este gélido aliento de una naturaleza que, mostrándose como se muestra, desapacible y con pocas ganas de marcharse, no hace más que cumplir con el calendario y con la fama de los eneros de antaño. Se diría que, en rigor, nunca se han ido del todo, y que ahí estaban, con toda la calma y paciencia de un Job, esperando su oportunidad, no fuéramos a creer que ya los inviernos, como tales, eran historias de un irrecuperable pasado.
      Pero, más que eso, el amanecer, siempre grandioso por estos lares, nos dejó durante bastante tiempo en la retina, esta mañana, a brazo partido con el frío, una estampa que era muy vieja, pero que ya hacía años que no veíamos: montañas que luchaban por mostrar en sus abruptas laderas y sus cumbres, un azul más intenso que de costumbre y que la nieve se empeñaba en tapar. Como testigo, unas nubes más afiladas, también, que de habitual, llena de rubores, avergonzadas por mirar con descaro, sin querer alejarse, porque mucho había que contemplar.