miércoles, 10 de enero de 2018

ENERO: USOS, ABUSOS Y CONMEMORACIONES


            Enero, ya se sabe, en sentido figurado, se constituyó siempre en empinada cuesta, tanto por la posterior escasez de dinero que, a manos llenas, viviendo como reyes nuestro particular carpe diem, nos dejamos en esa locura de fiestas a las que da cobijo la Navidad, como por lo que, por su parte, añade la naturaleza mostrando su más hosca faz en este mes.
            Se diría que nada ha cambiado con los años, aunque algo creemos que sí, porque el derroche dicho es mayor y, por el contrario,  los aires cortantes, las escarchas y las nieves van, en decreciente escala, a menor, por mucho que una imprevista ola, de vez en cuando, tal ahora ocurre, nos traiga a la memoria insufribles inviernos, los mismos que con tres líneas de su mágica lira nos supo describir Espinel, desde su tierra, que es la nuestra:

                                   La destemplaza deste invierno frío
                                   y entre estos riscos el levante y cierzo
                                   encogerán al más lozano brío.

            Y hablando del nunca bien ponderado genio de Vicente Espinel, al pensamiento nos viene, que, en este año, se cumplen cuatrocientos de la publicación de una de las cumbres de la literatura hispana y de la novela picaresca, por llamarla de algún modo, de Relaciones de la vida del Escudero Marcos de Obregón, pues, sin desdeñar a ese género, en su contenido, encontramos mucho más, siendo uno de los atractivos de una obra que con el paso de los siglos ha ido ganando adeptos y el favor unánime de una crítica especializada, antes algo reacia, tal vez por desconocimiento, a admitir todas sus grandes virtudes literarias.
            Mirando hacia adentro, Ronda y su entorno, adquieren en el libro un particular protagonismo, traído a colación por su autor con cualquier motivo, porque también eso hay que agradecerle a Espinel, esa presencia no siempre visible en otros ilustres nombres que nacieron aquí, a los que habría que pedirles  que se sintieran orgulloso de su tierra y que, de un modo otro, su nombre, su historia y sus cosas, la hicieran sonar con fuerza, en horizontes que no fueran los de nuestros lares.
            Más allá de esos actos, que de la mano maestra, por profesión y sabiduría, de Isidro García Siguenza, con tanto amor y entrega se prepara, una forma particular de homenajear a nuestro paisano es dedicar unas horas a la lectura del libro, con la seguridad que no será un tiempo perdido y que además del disfrute que deparan aventuras, cuentos, y ese sorprendente viaje de Ronda a Salamanca de un novato estudiante, sin duda andanzas del propio autor, entraremos en el conocimiento de una época y, sobre todo, de cómo se desenvolvía en ella nuestra ciudad.
            Y para instancias de más altura, no sería mala idea quitar esa simulación de figura de Espinel, un adefesio nos parece, de la plaza de Moctezuma, priva de espacio e intimidad a lugar tan coqueto y habla pestes de cuanto debemos a Espinel y no le damos: lo menos una escultura digna, que no todo sea folclore.     

             

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