sábado, 12 de agosto de 2017


HERMANO LEVANTE

     Entre los vientos más denostados y maldecidos por estas tierras, entre muchos, alza su altiva mano, el de levante, no para pedir audiencia, sino para proclamar su victoria como afanoso acaparador y feudal señor, sin rival alguno, de todos esos insultos que desde generaciones y ancestrales eras lo abruman y machacan, revistiéndolo con sórdidas ropas y una mala fama que, a estas alturas de los tiempos, no hay quien se la quite. Un leve castigo se diría, a cuantos malestares va dejando entre nosotros su avasallador paso, y que no vale la pena aquí reseñar porque no hay quien no los padezca.
      Aun a costa
de ganarnos más de una enemistad, querríamos, en estos días de hirientes ardores estivales, no empeorar más esa malhadada fama que arrastra el hermano levante de impune fustigador de humanas naturalezas, sino aliviarla de su inmensa carga, mejorándola, porque claro benefactor ha sido y es ahora para nosotros, en que sus rachas no tocan a rebato, sino que es un bálsamo que acaricia rostros y cuerpos, que nos devuelve el ánimo y la sonrisa, y que nos traen el olor y frescor de los idílicos veranos de antaño.

lunes, 7 de agosto de 2017

          MÁS COSAS QUE AGONIZAN

         Como todo es premura y galope en estos tiempos, también en la trastornada naturaleza, a la que ni un respiro damos, mucho antes que otras veces, han surgido   los pequeños puestos de chumbos. Y salvo esa mudanza en comerle semanas y hasta meses al calendario en su llegada, su venta, situación y modos es algo que muy poco o nada ha cambiado con los años. La verdad es que ni siquiera puede llamársele puestos a sus puntos de venta, y que ni siquiera necesitan sus vendedores una mesa para exponerlos, que bien sirven suelos desnudos de calles y sitios transitados, para que, desprovistos de espinas por la acción del cuchillo o de la tradicional navaja, muestren su distintos grados de madurez, en pinceladas de deslucido amarillo o verde intenso.
             Es un negocio que escaso beneficio debe dejar, pero de algo se ha de comer,  cuando se come, pues de eso se trata para sus vendedores, si es que evitar pueden impuestos municipales que darían al traste con su misérrima ganancia, y con una historia de caminatas por veredas y altozanos para obtenerlos que para qué contar; entre otras cosas porque las chumberas en peligros de extinción andan, a causa de una llamada cochinilla con malas pulgas, que no quiere desentonar con unos tiempos a los que se les podía dar idéntico apelativo de cochinos.
              Con harta pena, como con muchas otras cosas, vemos la desaparición de esa capa de severa originalidad, de airoso manto, con  que chumbos y chumberas amenizaban nuestros campos, honduras y despeñaderos. Amarga leer o de ver en esa pantalla en que tantas bobadas se dan cita, no recuerdo bien, que el remediar la plaga es cosa de los pueblos y de sus ayuntamientos y no de otros poderes superiores andaluces. La eterna e iterada parrafada política que a todas horas suena: "eso no es cosa mía, que es tuya".    
               

miércoles, 2 de agosto de 2017

      INSUFRIBLES DÍAS

      Cae fuego. Desprenden ardores casi insufribles, asfaltos, piedras, paredes y hasta sombras, que no son acogedoras ni hacen honor a su condición de espacios desprovistos de soles, porque es como si alumbradas por sus fogosos rayos poseídas estuvieran.
       No es extraño. Grado más, grado menos, el estío anda ahora de huésped duradero por estos lares, como por otros muchos, y quiérase o no, a su servidumbre, mandato, sequedad y exudaciones nos toca inclinar la cerviz de humanos en riesgo de extinción, por estas cosas y por miríadas más, con origen bien distinto.
         Esas llamaradas que nos flagelan y que a ninguna hora ceden, no es algo que parezca importar en demasía a las riadas de caminantes, foráneos, los más, que con exigua ropa y cabeza bien adecentada, con sombrillas, y un muestrario inmenso de sombreros, con la paja como esencial elemento, para que el sol no encuentre una pequeña dehesa donde aposentarse, arriba y abajo, en prietas o desordenadas filas, según elijan aceras o calles sin vehículos, abarrotan plazas y veladores. Se dirían disfrutan como niños de recreo del estado de relativa libertad, sin amos, papeles, voces, ni ordenes, que les brindan las vacaciones, pese a un calor que sí que es el dueño absoluto, de seres, viviendas, campos, ciudades y desnudos cielos; de lo invisible y de lo invisible, al que nadie escapa.