miércoles, 9 de mayo de 2018


ANDAR Y PEDIR

      Abruma este calor que, con toda firmeza, casi sin previo anuncio, abrasa secando antiguas humedades, que duraron lo que no está escrito, y que se ha dejado caer con toda la pachorra del mundo sobre nuestra ciudad y tierras adyacentes. Si hace nada renegábamos de la persistencia y tozudez del frío y de la lluvia, pocos tardaremos, vista la humana inconformidad con el devenir de los cielos, al igual que con las de otras menudencias, en clamar contra la presencia de una atmósfera que no viene más que a lo suyo, aunque, diríamos, que abusando un poco del protagonismo que el paso de los días le concede: a espantar el invierno y a pisotear y comerle la moral a una primavera, a la que, a la pobre mía, con todo su lirismo y poética historia, no ha dejado asomar su risueña faz, ni unos breves instantes siquiera.
            Con esa pacífica calma atestando las calles de visitantes, un colectivo que recibe con los brazos abiertos los beneficios de los rayos de sol inundando plazas y rincones, es el de la pobretería ambulante; antes sedente en sitios estratégicos o metida en portales a la vista, pero sin dar demasiado la cara, y que ahora a lo largo y ancho de Ronda, recorre incansable lo que haga falta recorrer, sin parar un momento, brazos alargados de manos desnudas o con escudilla, pero siempre implorantes, mendigando unas monedas, consciente de que el momento es inmejorable para eso: para caminar y pedir.

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