domingo, 23 de agosto de 2015

NO ACUDAS A LAS LÁGRIMAS.


     No acudas, Zaide, a las lágrimas, que para otras desgracias y penas mayores habrás de guardarlas. Lloras, porque tu orgullosa juventud huyó presurosa, sin apenas darte cuenta, y también porque tus inagotables energías de otros tiempos más floridos, ya no son las que fueron. No es, aunque lo calles, algo que ignoraras. No te llames a engaño porque solo a tí te engañas.
      De sensatez y sentido común podrás alardear si, en cambio, llegada esa etapa de tránsito de tu existencia, de un adiós como parte de muchos adioses, que no es otra cosa nuestra vida,


acoges a la venidera con sonriente júbilo, recordando a la que se fue, no con acerba tristeza, pero con el gozo de haberla completado y, más aún, la memoria de los momentos en que te sentiste su monarca.

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