jueves, 31 de julio de 2014

NOCHES SIN SILENCIO.



      Invierno y verano discrepan en multitud de cosas, no sólo en cuestión de grados, bonanzas, borrascas o en actitud de los cielos. Si prescindiéramos de todo esto, muy fácil nos sería distinguir, en no importa qué noche, en qué época del año nos hallamos, si es de invierno o de verano, ateniéndonos más que nada a la presencia o carencia del silencio; interminable, que no hiere el sueño de la ciudad, desde la sonochada hasta que no irrumpen las primeras luces del amanecer; luengas noches invernales, en las que el silencio no sobrecoge ni atemoriza, porque las sombras ya lo llevan en su esencia primigenia, y a nadie extraña.
        En estos días de estío, en cambio, es tarea titánica buscar a la noche un minuto sin ruidos, sin voces, o sin sonidos de aparatos que no solo proceden de la calle, sino de cualquier vivienda. La noche no duerme sino que trasnocha. Y cuando muy tarde, durante unos segundos, parece que por fin ese silencio va a imperar, adviene el estrépito de una puerta metálica, de un bar madrugador, de ponerlo todo en orden antes de que el calor apriete. En el mismo sentido se afanan los obreros de una obra cercana, estos con con más poderío, utensilios y maquinarias, con perforadoras, martillos y camiones. Adios tímida promesa de silencio. Aún no es de día, pero como si lo fuera. 


lunes, 28 de julio de 2014

DIOS AYER, HOY VILLANO



      Esta relación nuestra con el sol, unas veces dios y otras villano, se ha tornado en los últimos tiempos de lo más extraña, plagada de encuentros y desencuentros, de afectos y desafectos, de amores y desamores, más por influencia ajena, esa que todo lo trastorna, que por la propia opinión, ya que siempre, nosotros y los demás,


 hemos considerado al astro rey como amigo insustituible y dueño de nuestras vidas. Como soberano del universo, al sol se le levantaron en la infancia de la humanidad, monolitos, templos, y tortas construcciones en su honor, que proclamaban el reconocimiento a un poder sobrenatural, abrumador, y fuera de toda duda.
      En la que mantenemos en la actualidad los habitantes del planeta tierra con el sol, expurgada hace tiempo de paganas adoraciones, ya en otro ámbito más egoísta y práctico, anhelamos su calor en los meses de invierno y lo buscamos por doquier, penando por un rayo de sol, surgiendo de entre las nubes, por pequeño que sea, como se buscan los favores de una novia esquiva a la que pese a lo mal que se nos hable de ella,  ansiamos tener a nuestro lado.
       En estos meses del estío, al sol se le ha querido convertir en un enemigo de cuidado, al que hay que evitar y huir de él a toda costa. Y como obedientes prosélitos, como cándidos y obedientes infantes, acumulamos nuestras debilitadas fuerzas para emprender una defensa a ultranza, que nos libre de su presencia, peligrosa, casi letal, nos dicen, y clausuramos balcones y ventanas, postigos y persianas, para convertir nuestra hogar en un pequeño reino de sombras, en el que vagamos como espectros, no vaya algún desaprensivo, maléfico rayo de sol,  pater divino ayer, explotador y criminal hoy, a quitarnos nuestra salud y tranquilidad. 

       


viernes, 25 de julio de 2014

ARDORES Y MONOTONÍAS DEL VERANO


    Anclado el verano en su pertinaz monotonía, todo transcurre a un ritmo calmoso, pastoso, de extrema laxitud, como un motor vacilante que quiere y no quiere ponerse en marcha. Nunca perdemos la confianza de que esas montañas vecinas, que nos miran a todas horas con insolente descaro, bien elevadas a cientos de metros sobre las olas del mar; esas cumbres, otrora nevadas, mantengan un resto dormido en el tiempo de esa antigua frialdad y generosas nos envíen algunas bocanadas de su pretendido frescor.
    Por lo demás, obviando, aunque difícil sea, los lógicos ardores de un final de julio desatado, tampoco deberíamos rechazar esa tajante, absorbente monotonía que todo lo ocupa y en todo manda, como un señor feudal, aún en las más mínimas acciones, las nuestras y las de la naturaleza. Es más, lo que tendría que preocuparnos es que algún día se rompiera esa monotonía de, sin aspirar a mucho,


 sin grandes necesidades, tenerlo todo cubierto: hogar, reposo, comida, esposa, hijos... que nada cambiara, porque a estas alturas de nuestras vidas, con toda certeza, para peor sería

martes, 22 de julio de 2014

MIRA CON CUIDADO



       Si alguna vez te da, Zaide, por buscar almas que te sirvan de guía en el laberinto engañoso que es la vida, llena de aguas pantanosas y trampas que no se hacen ver hasta que te precipitas en ellas,  harás bien en mirar con todo cuidado si lo que pretendes es descubrirlos, no sea que vayas a dar, sin saberlo, como a más de uno le suele ocurrir, con un botarate disfrazado de sabio, o con un necio que presume de no ignorar nada ignorándolo todo. Sólo son falsos pastores, que por serlos y no costarles nada el engaño, abundan por doquier, y de lo que más entienden es de trapacerías y enredos, que,  sin ningún esfuerzo, les haga ricos y poderosos.
     Más fecundos tiempos fueron aquéllos en los que lo difícil era elegir, pero no porque no hubieran verdaderas figuras espirituales, sino por la abundancia de ellas, en todos los órdenes y campos. Como de falsos profetas, de monigotes, de aguachirles, está el mundo colmado, más te costará, pero no dejará de ser un camino abierto y seductor, el que seas tu propio guía, alumno y maestro, a la vez. Noches de insomnios y horas de pensar te harán falta para conseguirlo, pero habrá valido la pena ese voluntarioso ejercicio ético, con el que ni te sentirás engañado, ni a nadie engañarás.
       


sábado, 19 de julio de 2014

AIRES AFRICANOS


      Acabó desatándose el fuego del verano, era de esperar, y con él toda su jauría de voraces acólitos, desesperados por hincar los dientes impunemente en nuestra tranquilidad, levantando hondos malestares, no por provenir del estío menos malhadados, que todos los extremos, sabido es, si no se excluyen, son de temer.
       Azotó ayer y el día antes, un viento advenedizo, que, por desconocido acogotaba más que que los autóctonos, que de los nuestros algo sabemos de su llegada y ardides, pero no de éste. De la Berbería procedía, decían los meteórologos, a merodear por unas tierras que no le cogían tan lejos que no pudieran entrometerse en ellas, aunque no sean las propias. Por su condición de visitante en patria ajena, curioseándolo y agitándolo todo anduvo. Y no es que viniera mal en el sentido de mudar algo el panorama absolutamente aquietado de estas últimas jornadas: a los árboles, verbigracia, a los más apuestos y a los menos, o a las prietas flores, como globos rojos o blancos, de las adelfas fue como si le imprimiera vida, con un febril movimiento que nunca cesaba, ni a un lado ni al contrario, aunque sabido es que de sobra los llena aquélla con su verdor y tupida fronda a todos los vientos, incluso a éste usurpador foráneo.

de africano origen.

miércoles, 16 de julio de 2014

AMORES DE LIBRO.



      Tanto y en tantas ocasiones, sin pretenderlo, Zaide,  han llegado a tus oídos historias sobre amores apasionados por los libros, que, pese a tus reticencias y antiguos desprecios a ellos, con cierta curiosidad quieres acercarte ahora a la armonía de sus renglones, a la perfección y oscuridad de sus signos alfabéticos, escapando de la blancura de su fondo, a ver si hay algo que estúpidamente hayas dejado escapar, un enigma que se abriera sólo a unos pocos, un silente parpadeo de oscuras letras  en el que durmiera el conjuro que alumbró el mundo y la vida de todo ser. El todo emergiendo de la nada, la luz radiante de la negrura sin corazón de la duda más hiriente.
      Deja, antes que nada, querido Zaide, que sosegadamente te prevenga: de un libro nunca esperes, ni aún de los más lujosamente trajeados con plateados lomos, ni míticos vellocinos de oro, ni menos utópicas fuentes de una juventud que para todos, ineludiblemente pasa rauda; ni cabalísticas formas para adquirir riquezas que te den poder y  firmeza. Si la buscas, si de verdad te afanas porque no es una pasión que entre de momento, ni un amor a primera vista, sabiduría hallarás a raudales, un manantial que nunca cesa de fluir; un prodigio de tejer y destejer fantasías, si es emociones lo que quieres.
       No te diría tampoco, que fueras de la condición de aquél que sólo conocía el mundo y a los hombres por los libros; ya que éstos no son más que una parte de aquéllos, y el conocimiento se alcanza tanto de poner en práctica lo que somos y los que los demás son, como de la reflexión que todos esos actos, los propios y los de los otros, provocan en nosotros.


domingo, 13 de julio de 2014

ÉXODO QUE A NADIE DAÑA



      La soledad de las calles a estas horas de pleno día de labor, certifica con notarial gravedad que el invierno, pese a todo su rigor, nos agrupa como hormigas, y, en cambio, los ardores del estío obran como elemento de desunión, porque cada cual entiende con ancestral determinismo, que no hay mejor forma de luchar contra el alborear de calimas y océanos de fuego, que dejar atrás, lo más lejos posible, como herida por montones de epidemias, a la ciudad en la que se vive.
      A ese masivo y voluntario éxodo de nativos, más o menos pudientes, habría que añadir con origen en la misma causa, la progresiva disminución de extranjeros, y, con unos y otros, un paralelo desahogo de vehículos, ruidos, gritos, apreturas y hasta de ladronzuelos.
      Los que en no importa qué etapa del año, seguimos guardando una fidelidad angustiosa por lo constante a la ciudad, esa disgregación de ahora hace a ésta última más nuestra; como si en la conquista de su amor nos quitáramos de encima, sin esperarlo, de golpe, a un montón de obsesos competidores.
      Pero tenemos que confesar, que existen otros foráneos, que, como nosotros, nunca desisten, nunca  abandonan: los orientales japoneses, tan educados, tan bajitos, tan callados y curiosos como siempre; sin niños que molesten; comprando nada, sacándole todo el partido que pueden a su mirada, mientras todo a su alrededor duerme; que nunca para de observar por derecho y por revés a ese inmenso  boquete nuestro, producto de un legendario tsunami en pretéritos tiempos, que no es como el letal de su tierra, porque es de lo mas dócil e inofensivo, y sin decir ni un ay aguanta lo que le echen a unas fauces que nunca se cierran.


jueves, 10 de julio de 2014

ES VERANO


     El ardor de julio, no agobiante aún, pero persistente y con pocos ánimos de dejar lo que ha de constituir su residencia por una larga temporada, ya hace tiempo que dio un respingo de mucho cuidado a las morosas nubes de otras horas, que huyeron espantadas para que nada ni nadie y menos ellas, obstaculicen la visión de esos cielos difíciles de sostener con la mirada sin que te cieguen o te aturdan.
         Y ha vuelto de su cálida mano la intensidad sonora de diversos rumores de toda procedencia: de gritos de niños, de motos que pasan, de trinos de pájaros ocultos entre las ramas, o de la alocada marcha de raudos y lejanos aviones; y no es que todas estas sonoridades no existieran antes, incluso con mayor abundancia y estridencia; sino que la tozuda inmovilidad de la atmósfera, le concede un protagonismo que antes se perdía en el desenfreno de otro escenario.
    A plomo en ocasiones, pese a ser media mañana, adviene el silencio, espeso, calmoso, inimaginable por la hora. A poco tardar, sin embargo, lo traspasa, no muy lejos, voces de comadres que se cuentan cosas de siempre, sobre vecinas con las que no congenian, a las que envidian o no pueden ver, o con más insistencia sobre males reticentes a abandonarlas, que no hacen caso a remedios de doctores ni siquiera a los naturales, de añejas famas. Es verano.


martes, 8 de julio de 2014

ANCESTRALES MALDICIONES SON


      De tres ancestrales maldiciones, Zaide, tendrás que sentirte feliz si no te hieren: de la pobreza, de la enfermedad y de la crueldad que proviene de los otros. Y si todavía hay, con suerte, esforzados medios de luchar contra la miseria, lid en la que algo puedes poner de tu parte para superarla o atenuarla, nada te valdrán aquéllos si son los males del cuerpo los que se cruzan en tu aciago destino, abatiéndote o destrozándote sin piedad; y no creas que podrás valerte entonces de esos bienes de fortuna de los que tan orgullosos estás y de los que tanto alardeas, porque no existe caudal en el mundo que aleje, cuando el no quiere, a la tozuda vecindad del amargo sufrimiento.
       Remediarse podrían otras inhumanas prácticas, porque en ellas no intervienen más que la eterna ferocidad del hombre, actuando con saña contra otro hombre, recurriendo a pretextos políticos, religiosos o de superioridad racial para justificar sus desmanes y tropelías, traicionando cualquier principio moral o ético. Ten presente, Zaide, tú, de alejarte, cuanto puedas, de tamaña abominación, que sólo a la deshumanización más terrible y a la animalidad más a la vista conduce. 

domingo, 6 de julio de 2014

TRAZAS DE OTROS TIEMPOS



     En el urbanismo de la moderna ciudad, allí donde poco vestigio queda de su antañona apariencia, que ha trastocado sin piedad alguna nuevas edificaciones, con el señuelo de dar cabida a más viviendas e inquilinos, pero con más ataduras en cuanto a dependencia de sus demás ocupantes, y mas fealdad en sus aburridas fachadas, en las que nada hay de notable, ni de diferencia con las que le anteceden y preceden, en ocasiones, rara avis, tan perdida como desorientada entre bloque y bloque, surge la nimiedad de una casa de las que fueron parte y seña de cuando el trazado era otro, y otra la altura de los aleros y tejados, y otro el cariz exterior de las portadas, y en las que, a pares, daban un singular encanto, íntimo, modesto, de proximidad, abierto y acogedor, sosegado, diminutas ventanas de enrejados ojos en su piso superior y vigilantes ciertos, posados en las aceras, llenos de candor y flores, en el inferior.
      Puro anacronismo el de estas pocas viviendas, de precario asiento ahora, o cerradas ya por el abandono de sus dueños a la ruina más palpable, y motivo de la curiosidad del algún viandante de otras tierras. Resignadas, esperan, más pronto que tarde, la llegada de la piqueta o de la ruidosa maquinaria que enviará en un santiamén, entre nubes de polvo, a sus muros, o a los que resten de éstos,  con su añeja historia de otros siglos a mejor vida.


jueves, 3 de julio de 2014

AMARGO SINO



     Amargo sino el de muchos, con el único y tonto consuelo que desde que el mundo el mundo y el hombre recorre su superficie siempre hubo avispados y menos listos, en penosa amalgama; o lo que es decir, de más fortuna y de ausencia de ésta: ricos y pobres, en su acepción más usada, sin que nada, ni nadie, ni gobiernos ni genios de asombrosa mente acierten a remediarlo o aminorar el desajuste.
     Los pedigüeños de la ciudad, la pobretería más patética, como no ha dejado de ser ésta en todas las épocas y reinados, los modernos mendigos, los que piden sin tener que ofrecer nada a cambio, ni música ni malabares juegos, ni desacostumbrados equilibrios, ni habilidades susceptibles de llamar la atención de los viandantes, salvo, eso sí, manos extendidas o lastimeras súplicas, buscan cobijo tanto en tiempo invernal como en el de estío, en el corazón de la ciudad, donde fluye sin demasiado prisa el paso obligado de sus habitantes, junto a comercios de altura, plazas frecuentadas, atrios de templos o entrada de supermercados.
     Con la llegada del tiempo estable, a la ciudad le espera, aparte de los autóctonos, una invasión de mendigos de poblaciones lejanas, de más remoto asiento y de peores climas y también de una extranjería cada vez más amiga de venir a buscar lo que no encuentran en sus países de origen, y, casi nunca, aquí tampoco. Reconocer hay, que, sin embargo, en general, la actual mendicidad es menos acosadora y quejica que la de otros siglos y aunque con excepciones, su solicitud de limosna es más cuestión de gestos y pasivas actitudes que oratoria: mudez impasible y seriedad en muchos casos del que no ha recurrido a pedir hasta ahora; vasos extendidos para recibir lo que caiga, desenfado en unos y gravedad en otros. Cuesta trabajo, no obstante, pasar impasible ante esta muestra de desamparo, una pizca de la universal, por más que algún pillo la simule y la asuma como forma de vida, sin irle tan mal ésta como pretenden.


martes, 1 de julio de 2014

POR LOS PREDIOS DE JULIO ANDAMOS



     Pasado su cabo de las tormentas, se pavonea julio aireando a todo trapo su origen aristocrático; muy orgulloso tanto de él como de la certeza de que nadie le ha de hacer sombra durante su reinado, que no va a ser como el de ningún César por lo que a revoluciones, asonadas, tremendas lides y actos de felonía, e inesperadas traiciones se refiere; sino que si algo va a caracterizar su paso por el calendario, será una hierática inmovilidad de la que sólo se han de desprender, con una asombrosa monotonía y tozudez por su parte, calinas tras calinas, fulgurantes y tórridos horizontes, senderos de fuego y grados que se desbocan hasta no se sabe dónde, porque también el buen tiempo, si entendemos por este el que está libre de que no lo surquen huracanes y enorme borrascas, nos guarda muy a la mano sus bíblicas maldiciones. Y lo que son las cosas, si no ha mucho que, como un tesoro, andábamos tras los rayos del dios Sol, para que calentara nuestros entumecidos huesos, lo rehuimos ahora como apestado y damos lo que no está escrito por un trocito de sombra. De esta forma transcurren nuestras vidas, la propia y la ajena: a veces, desesperados corriendo tras algo, otras, con igual rabia, evitando lo que imaginamos puede ser un desastre para nuestro habitual sosiego.  En resumen, un sin vivir el de nuestra existencia, y todo ¿para qué?