domingo, 6 de julio de 2014

TRAZAS DE OTROS TIEMPOS



     En el urbanismo de la moderna ciudad, allí donde poco vestigio queda de su antañona apariencia, que ha trastocado sin piedad alguna nuevas edificaciones, con el señuelo de dar cabida a más viviendas e inquilinos, pero con más ataduras en cuanto a dependencia de sus demás ocupantes, y mas fealdad en sus aburridas fachadas, en las que nada hay de notable, ni de diferencia con las que le anteceden y preceden, en ocasiones, rara avis, tan perdida como desorientada entre bloque y bloque, surge la nimiedad de una casa de las que fueron parte y seña de cuando el trazado era otro, y otra la altura de los aleros y tejados, y otro el cariz exterior de las portadas, y en las que, a pares, daban un singular encanto, íntimo, modesto, de proximidad, abierto y acogedor, sosegado, diminutas ventanas de enrejados ojos en su piso superior y vigilantes ciertos, posados en las aceras, llenos de candor y flores, en el inferior.
      Puro anacronismo el de estas pocas viviendas, de precario asiento ahora, o cerradas ya por el abandono de sus dueños a la ruina más palpable, y motivo de la curiosidad del algún viandante de otras tierras. Resignadas, esperan, más pronto que tarde, la llegada de la piqueta o de la ruidosa maquinaria que enviará en un santiamén, entre nubes de polvo, a sus muros, o a los que resten de éstos,  con su añeja historia de otros siglos a mejor vida.


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