sábado, 19 de julio de 2014

AIRES AFRICANOS


      Acabó desatándose el fuego del verano, era de esperar, y con él toda su jauría de voraces acólitos, desesperados por hincar los dientes impunemente en nuestra tranquilidad, levantando hondos malestares, no por provenir del estío menos malhadados, que todos los extremos, sabido es, si no se excluyen, son de temer.
       Azotó ayer y el día antes, un viento advenedizo, que, por desconocido acogotaba más que que los autóctonos, que de los nuestros algo sabemos de su llegada y ardides, pero no de éste. De la Berbería procedía, decían los meteórologos, a merodear por unas tierras que no le cogían tan lejos que no pudieran entrometerse en ellas, aunque no sean las propias. Por su condición de visitante en patria ajena, curioseándolo y agitándolo todo anduvo. Y no es que viniera mal en el sentido de mudar algo el panorama absolutamente aquietado de estas últimas jornadas: a los árboles, verbigracia, a los más apuestos y a los menos, o a las prietas flores, como globos rojos o blancos, de las adelfas fue como si le imprimiera vida, con un febril movimiento que nunca cesaba, ni a un lado ni al contrario, aunque sabido es que de sobra los llena aquélla con su verdor y tupida fronda a todos los vientos, incluso a éste usurpador foráneo.

de africano origen.

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