viernes, 25 de julio de 2014

ARDORES Y MONOTONÍAS DEL VERANO


    Anclado el verano en su pertinaz monotonía, todo transcurre a un ritmo calmoso, pastoso, de extrema laxitud, como un motor vacilante que quiere y no quiere ponerse en marcha. Nunca perdemos la confianza de que esas montañas vecinas, que nos miran a todas horas con insolente descaro, bien elevadas a cientos de metros sobre las olas del mar; esas cumbres, otrora nevadas, mantengan un resto dormido en el tiempo de esa antigua frialdad y generosas nos envíen algunas bocanadas de su pretendido frescor.
    Por lo demás, obviando, aunque difícil sea, los lógicos ardores de un final de julio desatado, tampoco deberíamos rechazar esa tajante, absorbente monotonía que todo lo ocupa y en todo manda, como un señor feudal, aún en las más mínimas acciones, las nuestras y las de la naturaleza. Es más, lo que tendría que preocuparnos es que algún día se rompiera esa monotonía de, sin aspirar a mucho,


 sin grandes necesidades, tenerlo todo cubierto: hogar, reposo, comida, esposa, hijos... que nada cambiara, porque a estas alturas de nuestras vidas, con toda certeza, para peor sería

No hay comentarios:

Publicar un comentario