miércoles, 16 de julio de 2014

AMORES DE LIBRO.



      Tanto y en tantas ocasiones, sin pretenderlo, Zaide,  han llegado a tus oídos historias sobre amores apasionados por los libros, que, pese a tus reticencias y antiguos desprecios a ellos, con cierta curiosidad quieres acercarte ahora a la armonía de sus renglones, a la perfección y oscuridad de sus signos alfabéticos, escapando de la blancura de su fondo, a ver si hay algo que estúpidamente hayas dejado escapar, un enigma que se abriera sólo a unos pocos, un silente parpadeo de oscuras letras  en el que durmiera el conjuro que alumbró el mundo y la vida de todo ser. El todo emergiendo de la nada, la luz radiante de la negrura sin corazón de la duda más hiriente.
      Deja, antes que nada, querido Zaide, que sosegadamente te prevenga: de un libro nunca esperes, ni aún de los más lujosamente trajeados con plateados lomos, ni míticos vellocinos de oro, ni menos utópicas fuentes de una juventud que para todos, ineludiblemente pasa rauda; ni cabalísticas formas para adquirir riquezas que te den poder y  firmeza. Si la buscas, si de verdad te afanas porque no es una pasión que entre de momento, ni un amor a primera vista, sabiduría hallarás a raudales, un manantial que nunca cesa de fluir; un prodigio de tejer y destejer fantasías, si es emociones lo que quieres.
       No te diría tampoco, que fueras de la condición de aquél que sólo conocía el mundo y a los hombres por los libros; ya que éstos no son más que una parte de aquéllos, y el conocimiento se alcanza tanto de poner en práctica lo que somos y los que los demás son, como de la reflexión que todos esos actos, los propios y los de los otros, provocan en nosotros.


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