domingo, 17 de marzo de 2013

MUY LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO




      "Mi calle ya no es mi calle, sino una cualquiera", diríamos parodiando a la andaluza coplilla, pues ha perdido su frescura y aislamiento de antaño. Es hoy una mordida por el ruido de innumerables vehículos, con aceras mestizas, cada una de distintos alumbramientos, numerosos postes de la luz bailando en ellas, sin un paso de peatones en su mediación para superarla, y en fin... Pero la vecindad no es mala; es más, a sólo una revuelta, es magnífica. De allí nos llegaba estos días, a mi costilla y a mí, envuelto en bellas imágenes y textos que dan qué pensar, un correo de los de ahora, de los que por pura magia de los tiempos surgen inopinadamente, sin franquicia ninguna, en la pantalla de tu ordenador con un sutil mensaje de AIS, de "no os lo perdáis"; aunque no fueran esas las palabras exactas, pero sí, desde luego, lo que daba a entender, referido a un concierto.

      Una doble seducción guiaba nuestros pasos ayer al sacro concierto, ya que tras su celebración no sólo andaba nuestra vecina AIS, garantía de su éxito, sino igualmente, Izna Arunda, noble institución, de callada y continuada labor, como gustan las cosas, que desde hace años se deja el magín y lo que falta haga no sólo para brindarnos culturales actos de enjundia sino para espabilar al prójimo, léase ayuntamientos, cuando se pasan de la raya en cuestiones de un urbanismo que para ellos, como para nosotros, en lo que a antigüedad toca, debería guardarse en fanales de los que jamás se quiebran.

       En fin, que allí estuvimos, en Santo Domingo, al amor de las columnas, de la piedra hecha poema de su encantado templo. Y como esperábamos,y  un poquito todavía más, y perdonen la redundancia, la música, a cargo de AIS, de la destreza de sus dedos, que embellecía, aún más, la vibrante y ensoñadora voz de Isabel Hurtado, ¡vaya recital el suyo! y las candorosas del coro de ángeles que, de vez en vez, como por ensalmo surgía, envueltos en seráficos e intemporales sones, nos llevó durante una larga e inolvidable hora a los apacibles, dulces e inefables confines que sólo a la música le pertenece; donde ni al más leve rumor  de este mísero mundo de hoy nos llegaba. Todo un logro. Nuestro agradecido y sentido homenaje aquí por ello,  admirados amigos todos. 


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