jueves, 24 de noviembre de 2016

         EN UN MAÑANA QUE YA ES HOY

      Luz que versátiles nubes oscurecen o desvelan azaroso palimpsesto en el que tanto anhelos como desventuras tienen cabida, que borra o ilumina nuestros triunfos y derrotas; uves al viento y pañuelos mojados, llorar y reír, cantar y sollozar, sentirse roca o insecto, montaña o guijarro, altozano brioso o triturado polvo, miel y hiel. Así, Zaide, transcurre nuestra existencia, dando abruptos y desmesurados saltos, atrás y adelante, en una danza de altibajos y vacilantes fortunas, para que nunca nos atrape un desánimo sin salida, ni nos envanezcamos por lo que hoy es esplendente luminaria y tenebrosa oscuridad mañana. De toda esa hoguera, en la que siempre ardemos, que nos enardece, nos motiva o nos destroza, que nos quede para mañana, que hoy es ya definitiva morada, un destino y recuerdo en el que, si se nos llora, que no sean amargas las lágrimas, que broten en recuerdo de nuestros obras y no por nuestros pecados hacia seres inocentes, de un mal del que ninguna culpa les cabe.


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