lunes, 14 de noviembre de 2016

      CON TODO ARRASAMOS
 
      Ni al más lerdo engañamos, si, con sombríos renglones, hablamos de ese desbocado, despiadado y sin sentido alguno, porque es lapidarnos a nosotros mismos, empeño de los humanos por hacer añicos nuestro mundo. Algo que llevamos con inaudita saña si nos referimos al negro destino de los que lo poblamos, con descomunales guerras y atentados para los que no hay palabras y de inacabable término. En otro capítulo de esa infamante historia, no lo es menos la que procuramos con total éxito, (que arrasar es más sencillo que levantar),


con la madre naturaleza, cuya flora, a la andaluza cuanto menos, hemos impregnado con una serie de enfermedades de remedio irreparable o a las que nadie tiene interés en buscárselo. Palmeras, castaños o chumberas ya no son las que fueron, si es que algo queda de ellas. De lo que más cercano nos toca, nuestra ciudad, da una tremenda pena contemplar cómo una planta huésped de las laderas del Tajo desde no sabemos cuántos siglos, y que tan bien casaba por su austeridad con la montaraz del abismo, prácticamente se reduce a polvo y ruinas. Y no hay más que asomarse por cualquier lado para comprobarlo.

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