lunes, 21 de noviembre de 2016

HORAS TEMPRANERAS

      Con las apocadas claridades de la mañana, que asoma sin decidirse a reinar, vacías de rumores y pisadas, con un gris que es más prieta ceniza que pardo asfalto o albores de afiladas piedras, las calles ni se desperezan, meditando si dejar el sueño en que están sumidas o no. Al cuerpo de las calles, en estas indecisas horas tempraneras, les falta el fuego de su alma, que no es sino el hervor de los viandantes. Y a uno, que pudiera ser que actuara de estruendosa campana de despertador, tan quedo y silente anda, alegre por dejar de lado la odiosa servidumbre de las aceras y andar como un monarca sin cetro por las vastedad de su centro, a lo largo del día exclusiva mansión de los vehículos, ni se aperciben de su gozosa presencia, y sí que continúan con su sopor de alborozado calor en el abrigado lecho, aunque al menos, indicios muestran de trocar su soporífero sueño por una esperanzada duermevela, que a todo correr viene empujando el alba y su cohorte de luces y voces.

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