sábado, 17 de agosto de 2013

PROCURA ZAIDE, QUE NO ES DESATINO.




     El ruido y sus miles de gritos describen a la ciudad; los rumores, a centenares, al campo. Procura tú, Zaide, que las estridencias y tu paso cotidiano por aquélla, donde resides, te concedan un hueco cada día para asomarte unos minutos a contemplar en todo su esplendor, placidez y grandeza, el mágico escenario del otro, de la tierra apartada del bullicio, arropada en su ilimitada calma, por sus regatos, cañadas y cultivos. No solo estos la ornan, fecundan y visten, sino que otras amenidades, ignoradas y poco vistas te sosegarán el animo, el corazón y la mirada.
     Desparecido ese tiempo imborrable y tierno en que la ciudad era campo y éste ciudad, obligado es, ya que restaurar la remota unión es imposible, ni desatino alguno, Zaide, la inofensiva actividad que te propongo. Es más, si caso me haces, hasta puede que en día sin brumas ni nubes bajas, te cerciores que, como otras veces, la utopía aún es posible, porque a tres, cuatro, cinco tiros de piedra, verás nimios pueblos, como pañuelos agitados en su grácil blancor y pequeñez, brincando por redondas lomas y collados, en un sueño que era el de ayer, incluso siendo un áspero hoy.


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