martes, 27 de marzo de 2012

VIENTOS DESCARADOS

        El ventarrón sin nombre ni destino fijo, sea cual fuere su procedencia, que desde hace unos días sopla y brama por todos sitios, nos tiene un poco alterada la mente y con ello las ideas. Dejando a un lado el descarado aire, que para nada enturbia la claridad y sol que baja de los cielos, se pensaría que el buen tiempo del que disfrutamos abogaría en pro de nuestro bienestar interior; sin embargo, somos más los que por estos lares clamamos porque vengan turbiones y aguaceros, que los que los rechazan, como enemigos de su tranquilidad.
       Entre estos últimos, como haríamos nosotros con idéntica ocupación para nuestro tiempo libre, se hallan los grupos de foráneos, extranjeros e hispanos, que, ¡aleluya! parecen salir con la poética estación en la que nos encontramos debajo de las piedras para darle algo de vida a esos rincones monumentales que tan necesitados estaban de su paso. Más que nada, aunque se diga que dejan poco dinero, porque la nuestra fue desde siglos una ciudad de visitantes, fugaces los más, pero que han acabado por darle mucho de su carácter a lo que hoy en día es. Un poco de ese desamparo que la embarga cuando faltan, es también  la nuestra, la de sus habitantes, habituados al abigarrado paso y canto de decenas de lenguas retando a la propia.

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