jueves, 21 de abril de 2011

PUÑETERA LLUVIA

                                                                                             
          Clarea el amanecer, con nubes negras diminutas en el horizonte, muy en desarrollo todavía, pero por su situación, adheridas a las cimas de las montañas por donde nos llega la lluvia, con todas las de la ley para hacer válidos los pronósticos meteorológicos que anunciaban un día y el siguiente, jueves y viernes, de agua intermitente.
          Es Semana Santa y uno lo siente, más que nada, por los que tenían depositadas sus esperanzas en ella para ganarse unos cuartos que alegraran por unas jornadas, al menos, sus depauperados ingresos: puestos callejeros de dulces y golosinas, casas de huéspedes, de comidas baratas y todo eso, los más castigados siempre cuando la economía nos vuelve la espalda y no termina nunca de darnos sobresaltos y de soliticitarles, de nuevo, sacrificios a los que no hacen otra cosa desde que nacieron.
          Mal asunto, con diferente cariz, para los que se acogían a las fiestas con intenciones de utilización política de unas celebraciones cada vez menos religiosas y más laicas. Están a la vuelta de la esquina unas elecciones y los de un signo, aducirían que bajo su gobierno la Semana fue un éxito total de organización y brillantez; los del opuesto, bajo una fe que creen suya y de nadie más, porque fue una muestra innegable de que era masiva la participación de los que los van a votar.
                                                                        
         


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