miércoles, 27 de noviembre de 2019

HABLANDO DE OLVIDOS. MÁS SOBRE MATILDE RODRÍGUEZ

            A propósito de un artículo publicado en SUR hace unos día, Málaga saca del olvido a Rosario Pino, de A. Javier López, es digno de alabanza todo ese despliegue llevado a cabo en la ciudad para que su memoria no se pierda, con exposición incluida, y un loable empeño: dar a conocer la historia y logros de una de las actrices más famosa de su época. Pero, diríamos,  que no fue ella sola entre las nativas de  nuestras tierras, las malagueñas, las que en los escenarios más nombrados hispanos y algunos de América dieron popularidad y casi universal nombre a  memorables actuaciones y de paso al lugar en el que vieron la primera luz.
            De esos años de finales de siglo XIX e iniciales del XX, pudo decirse que Málaga era el teatro, pues ya como primera actriz, o compartiendo las ovaciones del público junto a Rosario Pino, estuvo Matilde Rodríguez, rondeña, algo que puede comprobarse ojeando las revistas, especializadas o no, y la prensa de aquellos años, que se hacen eco de sus triunfos, en artículos, dibujos y fotos de ella o de versos que entusiásticamente la ensalzan.
             Muy peculiar es, además, la vida de Matilde, de tal forma vinculada con el teatro, que son sus padres, Catalina Larripa y J. Rodríguez, actores, y que casa con un actor, también de nombre, José Rubio Laynez, profesor además de declamación del Real Conservatorio de Superior de Música de Madrid, cuando no empresario de uno de los teatros más conocidos entonces de Madrid, el Lara.
            Un estudio, que creo no se ha hecho, al menos a la altura de una obra muy de reseñar, igualmente merece, su madre,  Catalina, aparte de actriz, autora de varias obras en verso, destinadas a representarse, con temas heroicos. Y con escasos datos de su vida, ni de su lugar de nacimiento, aunque el hecho de su hija nacer en Ronda, bien pudiera indicar ser ella de allí o de lugar cercano, sin desechar la misma Málaga. Tres son los dramas manuscritos que conserva la Biblioteca Nacional de ella: La Peña de los Enamorados, Hoy es día de la Cruz y Toma de Tetuán, que no solo escribía sino que representaba junto a su marido,
            Con el gusanillo del teatro bullendo en su sangre, no extraña que Matilde,   ya niña, actúe en Sevilla, en un papel secundario del drama de Larra, Los lazos de la familia, función dedicada al aniversario de la muerte de Julián Romea. De otras dotes es poseedora la rondeña, que obtiene con 15 años un fantástico éxito, aparte de cómo actriz, como de “cantaora” en la obra de Julián Romea De Cádiz al Puerto, interpretando, el número musical conocido como el de la bata.
            Un nuevo eslabón añade a una cadena ya sin lagunas, iniciando como primera figura de la compañía de Victoriano Tamayo, un recorrido por las capitales de provincia. Por este tiempo, muerta su madre y el padre enfermo, vive económicamente la familia sus peores momentos, siendo Matilde, que había nacido en 1860, la encargada de sacarla adelante, con una carrera como actriz, mal pagada y de bastante dureza.
            A las dotes de privilegiada actriz, vino a darle un relevante impulso, su matrimonio en 1890 con el mencionado José Rubio Laynez, como compañero de actividades, como esposo fiel, como empresario de salas escénicas y un poco como representante de ella, aunque lo cierto es que no mucho en ese aspecto necesitaba. Ya en 1880, en una función a beneficio de los pobres de determinados distritos de Madrid, junto a Dolores Abril, Balbina Valverde y Julián Romea, Matilde actuó junto a ellos, con idéntico merecimiento de primera figura, inaugurando el histórico teatro de Lara, por el nombre de su fundador, Cándido Lara. En la “preciosa bombonera”, como luego algún crítico la llamó, con la presencia en el palco real de Isabel de Borbón, La chata, (princesa de Asturias, entonces, aunque por poco tiempo),  representarían los citados actores dos obras: Un novio a pedir de boca, de Bretón de los Herreros, y La ocasión la pintan calva, de Ramos Carrión y Vital Alza, con un clamoroso éxito a decir de la que recoge de esa triunfal noche la prensa y revistas de la época, .
            Primera actriz, más tarde, en el teatro de la Comedia, interpretando tanto papeles cómicos como dramáticos, tres campañas, con el mismo éxito que siempre tenía a su lado, llevó a cabo: dos en Argentina y una en Chile. Sin  dejar su profesión, murió en 1913, a los 48 años de edad.
            Un año antes, en 1912, los hermanos Serafín y Álvarez Quintero, le habían dedicado este soneto:
            “Hija de un arte noble y soberano/que toda escoria en derredor se para/nunca en la escena sonrojó su cara/rumor de aplauso fácil o villano/
            /Baila siempre en su boca el castellano/expresión la más limpia y la más clara/y hablaría por ella si callara/la pintoresca charla de su mano/
            /Arte el suyo que es grana y es decoro/depurados por clásica maestría/arte sutil que afiligrana el oro/
            /arte que junta fuerza y alegría, y lleva en sí su mejor tesoro/perfume de perenne simpatía/”.  

DIARIO SUR DE HOY

                   

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