jueves, 3 de septiembre de 2015

UN TENUE TEMOR



     Nada más conveniente para recomponer la perdida y ansiada rutina, y con ella la estabilidad de ánimo, que vino a hacer añicos con su fiereza el verano, que estos amables días de un incipiente septiembre, en los que una esperanzadora calma anda instalada de nuevo en la atmósfera, y, con ella, la materialidad de una ciudad más reconocible en sus virtudes, como es la nuestra; más conforme con lo que esperamos de ella los de nuestro carácter. Nada tampoco, que su generosidad y natural belleza no pueda darnos.
       Como niños con zapatos nuevos, a su encuentro vamos, roto ese tenue temor que, estando fuera, nos comía de que algo, una enfermedad, un imprevisto accidente, nos pudiera privar de esa delicada emoción que para nosotros supone ser acogido, una vez más, dentro de sus muros y a la vecindad montaraz de sus campos; de jugar a perdernos sin salir de su urbanismo por donde no otro ruido llega que no sea el hondo silencio de la historia. No es difícil ni azaroso ser parte integral del alma de una ciudad como la nuestra: nada más que sentimiento se necesita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario