lunes, 7 de septiembre de 2015

PRIMERAS LAGRIMAS DE LOS CIELOS


     No nos resistimos a la tentación de trazar unas líneas dedicadas a un suceso tan natural, tan habitual (o lo debiera) como es la llegada de las primeras aguas. Y es que, dada la desgana de estas por visitarnos, al menos parte de la primavera y de un interminable verano, ver llover durante un par de horas, no deja de ser un acontecimiento, que, además, no si cada vez más vamos a tener que festejar como tal.
     Aparte del fenómeno meteorológico en sí, fue de admirar esta mañana, "in itinere", como quien dice, cómo se hacían anunciar dibujando en nuestros encumbrados cielos un poema de visual lirismo para quien lo quisiera contemplar. Unas nubes tan empinadas y blancas, tan sugestivas, que daban ganar de que nos las envolvieran para llevarlas a casa y enmarcarlas, merodeaban por nuestro abismo como insólito dosel. A poco, mudaban de forma para, en ceñido y vistoso alarde, rodear su albor a montañas, casas y campos. Cuando horas mas tarde volví verlas, desprovistas ya de su inmaculada blancura de antes, eran parte ya de unos cielos encapotados, negros y densos, que no tardaron,  tras algunos rugidos, en bendecirnos, misericordiosos, con unas lágrimas que no eran de pena, sino 


sino puramente benefactoras.

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