martes, 1 de septiembre de 2015

DULCE Y UFANO SEPTIEMBRE



     No oculta septiembre cuál es su origen y lugar en el calendario, sino que, muy ufano, a gritos descomunales lo proclama; puede que, porque ese siete de irascibles consonantes, a lo germánico, un si es no es tintado de cabalísticos sones, le viene como anillo al dedo de su nombre.
     No obstante, lo que no es un secreto para nadie, es la prodigiosa y magna actividad a la que, ya sea por fas, ora por nefas, se entrega este mes durante su clamoroso reinado, planeando vivamente sus días, que ya menguan a ojos vistas, sobre maduras cosechas y granados frutos, tan prietos que no dejan ven la tierra que los amamantó y nutrió. Y como es tiempo de dulzuras, a salvo de rigores climáticos, ni para un lado ni para el otro, igualmente lo es de miríadas de mieles de rosados panales apañados por laboriosas abejas y que a exquisitos paladares y manjares retan.
      Y sin serlo, de nimiedad mayor podría catalogarse a toda esa profusa labor dicha, ante lo que es su oficio de más trascendencia: nada más y nada menos que la del ser el dueño y señor permanente de dos estaciones, permitiéndose el capricho de liberar a una y de mandar a paseo a la otra; o, en espacios siderales más inabarcables y grandiosos, constituirse en infalible guardián, ¡ahí es nada!, de uno de los momentos estelares del astro rey en sus vagabundeos por el ilimitado universo, al que empuja a llegar tan alto que no cabe ni imaginarlo.


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