domingo, 23 de noviembre de 2014

LA MUERTE DE LAS CHUMBERAS.



      Nunca es el otoño tan otoño como en estos días plomizos, calmosos, de tenues luces, en los que el dueño es el silencio y la poca la vida se apaga sin grandes resquebrajos,  se extingue sin grandes prisas en un permanente ocaso, como añoso patriarca.
       Si esta mera transición del tiempo no deja de ser una estampa ya vista en otras ocasiones, el trasunto de una muerte engañosa porque, mas tarde revivirá de nuevo pujante la naturaleza, menos fortuna parece tener, dado el poco interés que su agonía despierta y un final que acaecería sin resurrección a no ser que se disponga de urgentes remedios, es la de la chumberas, a las que en plena Serranía se las ve morir, atacadas por una enfermedad letal, que ataca a su vigor y verdor, y llena de manchas y pústulas a su eterna lozanía, perenne símbolo de la belleza y diversidad de nuestros campos que, sin ellas, ya no serían los  mismos.


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