sábado, 22 de noviembre de 2014

EL PAIS DE LOS SUEÑOS.



      Los sueños es algo que mantiene en pie a los humanos, todos tenemos sueños; los más, relacionados con una vida vida más próspera, en la que el dinero -siempre el dinero- nos sobre y nos permita grandes cosas, tener el mundo a nuestros pies, en la creencia que el dinero lo puede todo.
        Con el dinero, pero sólo de unas monedas mínimas, esenciales para que el hambre no les atenace, sueñan estos rumanos sedentes todo el día en las aceras, que ocupan lugares estratégicos de nuestras calles, de nuestras iglesias, en las entradas de supermercados y frecuentados paseos, con rústicos cartones escritos, con grandes letras y faltas, que aluden a sus necesidad, a su pobreza, a que carecen de trabajo, pero no de una gran prole de hijos a los que sacar adelante.
         Para ellos, fue un día la lejana España un soñado paraíso en el que seguro hallarían el maná esperado, la ocupación remunerada que les abriría de par en par las puertas de su cielo. Si vivían también de la caridad en su país, erraron al venir buscando lo que también es difícil ya para muchos nativos en su tierra. Al menos allí, tenían algo que aquí no tienen: la ventaja de entender y hacerse entender y una esperanza en esos sueños por realizar, ahora hecho añicos: a otros nuevos habrán de acudir para que algo, aunque sólo sea esto, les sea propio, suyo, aparte de la miseria, tan suya.


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