viernes, 25 de mayo de 2012

UNA CIUDAD OCUPADA

      A esta hora, temprana para los comercios, pero con las luces del amanecer cediendo ampliamente sus dominios a las generosas del día, Ronda es una ciudad huera de vecinos, que prefieren acomodar su horario de salida al de sus obligaciones laborales, sin un respiro siquiera, o sus paseos, si les falta el trabajo o ya por los años descansaron de él, al de las tiendas, cuando algo más de animación agitan las calles. Aunque no lo parezca, sin embargo, a esa hora sin relieve para los que la habitamos, Ronda está ocupada, sin resistencia ni armas, ya que es totalmente pacífica, por un centenar de forasteros, la mayoría de extranjera procedencia que hace su agosto en esto de saborear las brisas tempranas, como exquisito manjar, y otear los incipientes brillos que saca un sol sin excesiva fuerza todavía a las rocas del Tajo, suavizando su seno, o coloreando los campos del valle. Hay poco tráfico y casi siempre el único sonido que prevalece es el de sus voces, dicharacheras, comunicativas y recién estrenadas, como la mañana, encantados de contemplar algo que ni esperaban, pese a lo imaginado, ni con esta quietud que da un valor añadido, un espaldarazo estético al asombro que los gana, que nadie oculta.

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