A este mayo no paran de crecerle flores por todos lados, rosas increíbles, sobretodo, a las que la peculiar meteorología de este invierno y primavera, parece haberles venido de perlas, porque raras veces se las ha visto tan descomunales y deslumbrantes. Es como si la naturaleza nos quisiera echar una mano contrarrestando en lo que puede otros males que nos cercan y a muchos enferma y hasta mata.
Hablando de desgracias, cuando hay silencios prolongados donde no suele haberlos es porque presagian nada bueno. Eso ocurre con el traslado de los juzgados, indigno si se acaba llevando a cabo la tropelía. Me temo que por cada día que pase, sin que una voz autorizada de un mentís al viaje de aquéllos a otra sede, es un despacho, una habitación que ya está emprendiendo el camino hacia su nuevo destino.
Pienso que si en Málaga, Sevilla o incluso Marbella, de donde nos vienen los especuladores, tuvieran un boquete como el del Tajo, ya tenían allí colocado nuestro envidiado Puente Nuevo. Demos gracias a que el terreno en todos esos lugares es llano y no abrupto. Pero muchas más cosas sí que admiten otros traslados: llevarse y no traer, quizás sea uno de los tristes sinos de esta Ronda, sin padrinos.
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