viernes, 21 de enero de 2011

Un Rondeño que no para de volar, aunque no en nuestras tierras.



   Andar para el hombre primitivo fue una necesidad a su alcance; volar, un sueño que se preveía irrealizable, utópico; un dilema, pese a todo, que no dejó en ningún momento de intrigarle y de atormentarle. ¿Si las aves, tan cercanas, tan de su entorno, volaban, por qué no él? Una fascinante e interminable aventura la del hombre, después, buscando hermanarse en el espacio con los pájaros, por encumbrarse a las alturas, transformándose en una metáfora que podía ser la de su propio espíritu, elevándose.
   Si nos olvidamos de su explicación científica, el hecho de encontrarnos en un avión, a miles de kilómetros de nuestra casa, en nada de tiempo, suspendidos en el aire, todavía no deja de sorprendernos. Mucho más, el laborioso pero esperanzador camino que llevó el hombre hasta allí.
   Un orgullo, desde luego, para Ronda, que en ese subyugante brinco de tierra firme al espacio etéreo, para mantenerse, fuera uno de sus hijos, Abbás Ibn Firnás. el precedente más antiguo, allá por el siglo IX,  sentando las bases, aunque vacilantes, de los vuelos de la humanidad, al fín alígera.
   Aunque su prueba más definitiva, más multitudinaria la llevaría a cabo desde una de las alturas de Córdoba, la Arruzafa, no nos cabe duda que, paradójicamente, las honduras del Tajo, a lo largo y ancho de su extensión, y niveles, le brindaron infinitas posibilidades para sus caidas, hasta cerciorarse que volar podría a corto plazo dejar de ser un sueño.
   Un moumento a su persona y a sus intentos de elevarse, se levantaba (y aún espero que lo haga) en el aeropuerto de Bagdad. Antonio Acedo del Olmo, un enfatigable investigador de su obra y de sus logros, que fueron numerosos y distintos, y miembro destacado de la Asociación astronómica que lleva su nombre y el de la Serranía,(todo se concentra en el cielo), me manda estas Navidades una felicitaciòn con la imagen alada de Firnás, suspendido atractivamente de lo más alto de un lujoso centro comercial de Dubai, llevando, como bien dice él, "el nombre de Ronda" a aquellas ardorosas tierras. Córdoba acaba de inaugurar, hace contados días, un soberbio puente, en forma de alas, sobre el Guadalquivir, en su recuerdo y la de su hazaña.
   ¿En Ronda? Mal rayo nos parta, ni una mala representación. Aquí somos de otra pasta, más folclóricos...

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