miércoles, 26 de enero de 2011

AVENTURAS DE HOY

   Resabios de otros tiempos, cuando Ronda y su contorno era un lugar ignorado, todavía hoy, para ciertas cosas tenemos que desplazarnos fuera. No es que, como antaño, un análisis  diferente o una radiografía menos rutinaria nos obligue a ir a lugares más provistos; pero algo de ese secular abandono todavía nos impregna.
   Una resonancia, de las llamadas abierta, por ejemplo, de las que combaten la claustrofobia que puede atenezar al paciente, no existe en Ronda; sí, en Marbella, cómo no. Como hace años que prescindimos del coche, si no se quiere hacer noche en nuestra marítima población vecina, un viaje en autobús, ahora que se han suprimido los que hacían el trayecto en horas más razonables, supone una aventura que, en cierta manera, enlaza con las que gustaban a los viajeros románticos en otras épocas.
   Así, no lo es menos el madrugón, si es que se quiere llegar a buena hora a nuestra estación de autobuses, ya que el autobús sale a las seis y media de la mañana. Como es pleno invierno, la más severa oscuridad es la constante compañera del vehículo y pasajeros, media docena en realidad (un estudiante despechugado, un obrero de risueño ánimo pese a la hora, un matrimonio de visita médica, además del nuestro, con idéntica intención y el habitual extranjero al que el madrugón no ha quitado las ganas de preguntar).
   Durante todo el trayecto, pese a ser terreno conocido, se deja uno las pestañas para averiguar por dónde llegamos, sin conseguirlo. Las tres centenares de curvas, sin verlas, son menos revoltosas y nada inquietantes los precipicios, que, por una vez, no meten el miedo en el cuerpo. Es un alivio, al fin, tras hora y pico de viaje en la más densa tiniebla, recuperar parte de la visión y divisar el pespunteo de las primeras luces de San Pedro. Tanto, como despedir de momento a una carretera tan tenebrosa; aunque, eso de tenebrosas es un epíteto que habría que adjudicar a todas las carreteras que parten y llegan a Ronda, porque también en este sentido el abandono secular nos sigue rondando.

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