jueves, 11 de septiembre de 2014

EL SUEÑO DE UN ALCALDE


   
      Fue la obsesión de un alcalde de los postreros del franquismo, hasta mantenerlo muchas noches en vela. Lo cuenta Alastair Boyd en su obra "In the sierras of de South", a quien confesó que soñaba con convertir la feraz superficie del Tajo en un inmenso e incomparable campo de golf, ocupando valle, huertas, tierras de pan llevar y, imaginamos, aunque no lo dijera, derribando todo lo que se opusiera al proyecto de llevarse a cabo: molinos, descomunales rocas, que para que corrieran las bolas estarían de más, y no sé si hasta el Puente, por el que, en el mejor de los casos, por su arco, como una cascada más, lloverían aquéllas a imprevistos y rotundos saltos, como redonda y blanca lluvia, que ríase usted de la mítica de Danae,  y como mayor obstáculo para  cumplir con el recorrido, y para deleite de jugadores y espectadores; porque estos, desde balcones y pretil del Puente, por nada, o puede que por una pequeña contribución, gozarían de un espectáculo nunca antes contemplado por humanos ojos.
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        No sé si desde su huesa, lo que queda del señor alcalde, estará dando brincos de alegría, porque al paso que vamos, en pura labor de zapa, recortando aquí y allá, es cuestión de tiempo el cumplimiento de sus sueños. Antes decíamos, ante el anuncio de un estropicio: "lo bueno, es que nosotros no lo veremos". Mucho nos tememos que, ahora, el ahínco por buscar dinero como sea acorta los plazos y los desaguisados de forma drástica, eso y lo que muchos consideran la desventura de no tener un campo de golf, como si eso fuera la panacea universal, que puede que lo sea para unos pocos en detrimento de muchos y de muchas cosas que después lloraremos por no tener arreglo.
       


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