domingo, 20 de abril de 2014

UN MEDIADOR DE TALLA EN LA NATURALEZA



     llueve. Sin pausas. A ratos, con cierta intensidad y descaro, sin detenerse a pensar quien gobierna la lluvia que viene a destrozar en un longevo rato, sin miramientos, con cierta saña de mudanza, lo que durante unos días de inusitada placidez se constituyó, con aires de monarca instaurado, en un tiempo, no ya puramente vernal, sino de avanzado estío. Casi siempre tiene el agua por estos lares meridionales, la virtud de poner las cosas en su sitio. Dejando a un lado su cualidad fecundante de los campos y de suministradora en monopolio de ríos y hontanares, es de ver cómo, cuando la naturaleza se desvía un ápice de su febril camino, y nos sorprende con furiosos calores o insoportables fríos, es ineludiblemente la lluvia la que ejerce de mediadora para guardar el equilibrio, el orden, en una eterna andadura, por unos momentos perdidos de los cielos. Por un motivo más, pues, saludemos con alborozo, a este agua que sea cual sea su misión en el ajuste del universo, en algo nos vale, a nosotros, pobres y zarandeados mortales, para mantener también un poco nuestro propio equilibrio y estabilidad. Que es mucho, pensamos.

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