sábado, 12 de abril de 2014

EL GOZO DE VIVIR



     Con un sol de fábula y blandas brisas, una caricia que estremece alma y cuerpo, miles de plantas, miles de árboles y arbustos se ha puesto a porfía a ver quién destaca en destapar en sus jugosas frondas un mundo de colores y brillos, y vano intento sería elegir un ganador que todos los son. Es un derroche de buen tiempo y de belleza natural que unida a la que no necesita de estaciones, ni de otras ayudas adicionales: la de nuestra ciudad, sin demora han atraído a una multitud de visitantes, de lenguas conocidas y otras extrañas que en prietos grupos oyen historias en boca de sus guías de nuestro pasado, de conquistas y civilizaciones ya muertas, pero vivas en monumentos y ruinas. Con una cierta alegría contemplamos en lo más mollar de la ciudad este despliegue, casi bélico foráneo, por lo que de beneficio puede suponer a una economía harto exánime.
      Pese a ser ciudad pequeña, no le faltan contrastes a la nuestra. Y uno de ellos es, a contados pasos,  hallar el silencio que, por unas horas, -huyendo del tremor de un turismo afanoso, pero obligado por la prisa a no ir muy lejos- se refugia o mas bien se suma a donde nunca falta. Y son muchos los sitios con esta cualidad. El imperial silencio de esta luminosa mañana tiene especiales tintes, a más de monacal se impregna de vida, de ansias de eternidad, de alegría de vivir y por unos momentos, gloriosos instantes, uno puede olvidarse de cuanto entristece al mundo, a nuestra sociedad y pensar, en un utópico espacio, en que son todos los seres los que, al igual que uno, participan, aunque sólo sea momentáneamente, de estos instantes de placidez, de gozo, de sentirse dioses. 
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario