martes, 22 de abril de 2014

PARA SER DIFERENTES



     Para blandir espadas, sin entrar en combate ni a nadie herir; vestir invisibles atavíos, sin que se noten; apagar la sed de nunca envejecer, colmando la boca del líquido milagroso que mana de la fuente de la perenne juventud; montar a cualquier hora que se te antoje, con brocados y mantos reales, a lomos del unicornio de azaroso rumbo y brioso galopar;  caminar por mullidas nubes sin hundirte ni caer; surcar nadando días enteros inabarcables océanos sin desfallecer; penetrar en los misterios de las grutas más ocultas; pintar con los primitivos;  convivir con trasgos y duendes, de callado andar; aflorar en un tris tras a civilizaciones muertas; hablar lenguas que ya non existen; discutir de sabiduría y conocimientos con Platón, con Socrates; de viajes y raras costumbres con Herodoto y Marco Polo; con Ulises e Ibn Battuta; de conjuros y magias con Merlin; de monarcas locos y de la ira imparable de los celos con Shakespeare; de gigantes  y encantadores con Cervantes; para aprender a amar y a ser amado;  para apreciar lo que tienes y no clamar por lo que no tienes; para acariciar la luna y ver de cerca al sol; sobrepasar planetas;  para tocar la última piedra, el gozne sobre el que da vuelta la tierra; para echar carreras y ganarle a un centauro; para escalar sin guía y sin cuerdas, el pico más alto del mundo; para apresar con tus brazos lo que es imposible abarcar; para volar sintiendo en tu rostro el batir de las de Pegaso hacia lo ignoto; para llegar donde nadie ha estado. para oír la majestad de la melodía que mueve al universo y en fin, lo maravilloso, lo fantástico, lo inefable, al hombre, a su inocencia de niño, y a su sabiduría de anciano, al bosque, al río, todo lo que nunca has podido oír, ni alcanzar siquiera con la mente; para lidiar con congojas que parecen no tener remedios, celebraría, Zaide, que, como muchos, como el que oye tus interminables lamentos, buscaras en los libros. 
 

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