viernes, 29 de noviembre de 2013

PROLIFERAN BALDÍOS



   Sin prisas, ni negocios en puertas, que no son para nosotros, esta mañana, con la silueta de la ciudad desdibujada por tropas de zarzas, malezas y una obcecada bruma otoñal, hacíamos cuenta de lo que la tierra que ganábamos, a un lado y a otro nos ofrecía. Proliferaban baldíos, bardas y cartelones en las entradas, con prohibiciones de no adentrarse en cercadas propiedades. Ilusos de nosotros, donde imperaban veladas amenazas, leíamos lastimosas súplicas a tantos desmanes como cuatro lapidarias letras vociferaban:

      "No tales al árbol que da fruto y sombra, que si tú no las necesitas, a alguien les será de gran utilidad".
    "No detengas ni lleves a tu acequia, el agua del manantial, desviando un curso de antaño establecido, porque su provecho es de muchos".
       "No protejas con alambradas de espinos, ni cerques con altos muros, un campo que siempre fue del común".
       "Ese camino que ahora te adjudicas, fue de arrieros, pastores y caminantes, y ahora a ningún lado conduce sino a tu casa, a tu ambición".
       "No emponzoñes la tierra para dar muerte a los animales, que no son tan dañinos como piensas y alterarás, además, un orden que, con largura, beneficia a tí y a tu prójimo".
        "Si no roturas la tierra, deja al menos que otros lo hagan; estarás con ello sacándole un provecho y dandole de comer al que ni trabajo, ni nada tiene".

         Son desahogos del alma, Zaide, que a nada llevan; pero no lo tomes a mal si te digo que, por días, lo poco que a los pobres les daba sustento y les pertenecía: el campo como sustento, para desgracias de todos, cambió de dueño y de destino.

         

        



miércoles, 27 de noviembre de 2013

REVOLTIJO DE LUCES Y BRISAS




      Cual presunta antesala de los cierzos y universales diluvios que nos aguardan, surge la mañana inmersa en un revoltijo de macilentas luces, pardas nubes y punzantes brisas. Escapan, el azul mordido de las montañas, sus moles y rugosidades, a esa embestida imprevista de elementos nuevos que despiertan ante la llamada inicial de la estación invernal, pese a que de hecho y de nombre,

aún sea otoño, pero ya con escasas hojas y colores.

        Es de ver, Zaide, cómo todas estas acometidas con desigual medida y tribulaciones cabalgan sobre nosotros y la ciudad: en nosotros, ahondando o abriendo un surco más en nuestras frágiles naturalezas; sobre la ciudad, añadiendo pátina y más pátina donde ya las había; hermoseándola, que así es la existencia, y de agradecer  que, al menos, algo en toda esa mudanza perdure ennoblecida.

lunes, 25 de noviembre de 2013

A UNA DESCONOCIDA SOR PILAR



     Nuestra ciudad, Zaide, a la que concedíamos el tamaño de una nuez, o así la considerábamos, ha debido crecer con imprevista desmesura, sin que esa notable floración de adolescencia la apercibiéramos. Y es que en esta mañana otoñal de sol y prieta ropa de abrigo, en repetidas ocasiones,  distintas voces nos anunciaban: "¿Sabes que ha muerto Sor Pilar?"
    A nosotros, Zaide, acostumbrados a recorrer una ciudad tan diminuta diariamente, de punta a punta; de pretender estar al tanto de su habitual latido, se nos encoge el corazón por desconocer quién sea esa Sor Pilar de la que todos con tristeza hablan; mucho más, cuando aprendemos  que los más pobres, los más desvalidos de esta ciudad pequeña, familiar, pero con muchos de ellos, acaban de perder con esa muerte, a su norte, a su alacena y a su paño de lágrimas, al refugio de sus atormentadas vidas. 
      Para apagar los resquemores de nuestra ignorancia, nos consuela, eso sí, no tener duda alguna de que, por doquier, en todo el orbe, miríadas de Sor Pilar, de anónimos rostros, profesiones y vestimentas, sostienen al mundo como contrapeso a tanta ignominia, tanta iniquidad como lo puebla. Una pena, sin embargo, amigo Zaide, no haber conocido a nuestra Sor Pilar, en una ciudad tan de grano de arroz, tan pequeñita, tan accesible, como es la nuestra. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

LA AMISTAD Y LOS AMIGOS.



     Llámalo afinidades de pareceres. Llámalo, Zaide, varadero común contra las fieras acometidas de los huracanes de la existencia. Llámalo, un permanente e inconsciente ir y venir de afectos que fluyen sin dobleces y sin esperar contrapartidas. Lámalo, un idéntico interés por desvelar los misterios y mezquindades del mundo. Llámalo, sentirse tan a gusto, tan ricamente,  compartiendo opiniones o buscando razones a lo que casi nunca las tiene. Quiero creer, Zaide, que una pizca o más bien un acervo inefable de todo eso es la amistad y tener amigos. Quiénes sean estos, con calma, sin prisa, te lo va mostrando, señalando, paso a paso, el vivir de cada día. Complicado es, sin embargo, descubrirlos, pero por la propia ceguera,  no porque no esté diáfano, sembrado de luminarias el sendero, de faros, de torres vigías que hacia ellos lleva.





miércoles, 20 de noviembre de 2013

REFUGIO DE DIOSES



     En esos temblores de misticismo que de vez en vez te acometen, te preguntas, Zaides, sin son las religiones refugios de invisibles dioses, o si sólo lo que en ellas alientan es el inextinguible prurito de la Humanidad porque algo innombrable, omnímodo, sin fin ni principio, todo bondad,  exista y con él, tras la negra noche de nuestra segura extinción aquí,  la tácita promesa de un perdurable amanecer. Y de ser cierto esos temporales asilos religiosos, que en cuál de ellos se aposenta con firmeza ese Dios sin rostro, cada día más extraviado, más recóndito.

    Entiendo tus desasones y dudas que son las mías; pero del más hondo de los misterios, que, ojalá, algún día se nos desvele, ya que sería señal de que nos solazamos en amenos sotos en otros ignotos, placenteros universos, es deducible que no sólo cualquier religión es santa si buenas son sus doctrinas, dictados y naturaleza de sus dioses; sino que más lo serán si como antaño renuncian a castigos y amenazas y a derramar sangre en lid con otras. Si no te inclinas por ninguna, tu entendimiento y corazón te ofrecerán abundantes razones para el bien obrar. No hay mejor magisterio. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

DÍAS REMISOS



   Remisos son los días ahora en luminarias y verdores, que escasean o menguan apagados por un sortilegio de amarillos, de encarnados, de morados que, sin darnos cuenta, han surgido a raudales, aquí y acullá, para encender un paisaje que, con plena desfachatez y colorida escala, manejan a su antojo arboledas y sotos, destinatarios de nuestras miradas.
    Las horas, haciendo caso omiso de esa fugacidad en que transcurre todo, se diría que, en ocasiones, remolonas, se inmovilizan con ánimo de quedarse, de echarle un pulso al tiempo; en otras, en cambio, más acordes con su sino, se desbocan sin ataduras, como si les fuera la vida en ese ineluctable pasar: singular lid, en cualquier caso, de contradicciones y pareceres.
    Más consecuente, Zaide, es el río, ejemplo infinito de lo que todo deberíamos hacer; que no se ve, ni apenas se le oye, ni siquiera en los momentos de alocada lluvia; que nunca desiste de su camino, ni se desvía,  aunque pueda aparentarlo con algún imprevisto meandro; pero que fecunda a los árboles que le son fieles y le señalan su ruta, y a los campos más cercanos a los que atrae, resbalando hacia su lecho, en su interminable peregrinar,  con promesas ciertas de nuevos tallos y bríos, para un futuro que no está tan lejos.  

martes, 12 de noviembre de 2013

AÑOS DE CODICIA Y AMBICIÓN



     Al socaire de unos años, los nuestros de hoy, en los que gobiernan al mundo la ambición, la codicia y el más descarado engaño, pregonas por doquier, Zaide, que, como muchos, nada te haría más dichoso que enriquecerte; que ya estás harto de penurias y miserias, y que no te importará para alcanzarlo pisar prohibidos predios, el tiempo que haga falta. 

     Como tan grande, obcecado y ciego es tu empeño, tal si la vida no ofreciera otras diáfanas   puertas de honesto disfrute, medita, amigo, que el camino del enriquecimiento apareja con harta frecuencia el del empobrecimiento ajeno y que cuando todo lo poseas, cuando no haya nada que no puedan comprar tus indignas monedas ¿con qué te ilusionarás? ¿qué te hará soñar y reír?  ¿No penarás entonces como Midas, cuando busques sueños, amor, amistad, incluso el calor de tu familia y sólo halles a tu paso oro y más oro? 

sábado, 9 de noviembre de 2013

VACÍA DE VISITANTES LA CIUDAD ES MÁS NUESTRA




     Se ve que aunque los días son bonancibles, más aún de lo que nadie se pueda imaginar, la proximidad del invierno ha hecho recapacitar a muchos visitantes; tal vez porque de donde vienen, es un hecho ya los fríos glaciales, los horizontes sombríos y las incesantes aguas, y cuesta un mundo dejar el calorcillo y la familiaridad de las almenas del hogar. Si lo piensas, Zaide, te cerciorarás que la ciudad, vacía de viajeros, es más nuestra que con éstos y que algo de esa posesión que ahora tenemos quedaba en manos de ellos, como usurpando sus miradas a las nuestras, sus pasos y paseos a los de los nativos. Y no es que nos importara en demasía, traen vida, pregones y aires de otras tierras, lo que siempre es bueno, Sin embargo, para la contemplación, casi mística, con su soledad y siglos a cuestas, la ciudad y sus campos son ahora una bendición permanente que llama a voces al espíritu, a la paz interior, como si ésta, tan resquebrajada siempre, no se fuera a extraviar ya nunca por esos vericuetos del infortunio. y la pesadumbre.
      Mágica, milagrosa pócima constituye, si te fijas, ese montaraz escenario, al que, como a las faldas maternales el niño, se acoge nuestra ciudad, presa en un hálito de quietud y eternidad. En ella, son más luengos y claros los senderos; más uniforme la formación de los olivos, más templados por la pincelada de la estación los castaños y los álamos. Un distinto albor se refugia en las menudas viviendas,  más esbeltez en alguna torre sin edad y más arabesco en el humo de esa hoguera sin dueño. Por un momento, fugaz, hasta podría uno creerse para siempre parte de ese paisaje, de ese calmado sueño de luz y quietud, sin igual.
         
      

miércoles, 6 de noviembre de 2013

CAVILACIONES QUE NUNCA CESAN



      Inmerso en un mar de cavilaciones que a todas horas te asaltan, no cejas, Zaide, de preguntarte, si acaso estás perdiendo la cordura por momentos, o es que todo el orbe se empeña en hacerte ver blanco lo que es como el carbón, porque así, con esa naturaleza y rotundidad, a plena luz, sin estorbos ni velos lo contemplaste, con tus propios ojos, no con los ajenos. 
     Tiempos corren de mudanzas, transformaciones y desatinos; pero no tantos, ni tan profundos que osen cambiar la plata en oro, el dolo en virtud, aunque se pretenda. Como tú, yo me pregunto que si se intenta trastocar con total villanía lo que vemos y presenciamos, sin que nadie nos lo cuente, qué no se habrá hecho con la verdad de tantos siglos de nuestra historia; cuántos vuelcos a lo realmente acaecido, cuántos bulos y patrañas, cuánta profanación no habrán cometido los que en rigor la escriben: los vencedores. Es de eso de lo que jamás te ha de quedar  la más mínima duda. Sosiégate, pues es algo que nunca ha de parar.

lunes, 4 de noviembre de 2013

AL RITMO DE UN VOLUBLE OTOÑO



     Propuesto se ha el otoño no dejarnos adivinar cuál sea su intención, por dónde pretende acomodar sus pasos. Afinidades grandes guardan sus frías madrugadas y noches con un invierno que al acecho de su presa se diría estar. Rectifica a la mañana, casi con la amanecida, y recuerda que no hace tanto que enlazó sus brazos, sus brisas y melodías con la sangre y jerarquía de un verano agonizante; para confirmarlo nos saetea con soles y cielos que no son para describir y que mal engranaje aporta a la realidad del calendario.

    Similitudes podrían rastrearse entre esas extremas alteraciones del tiempo y algunas humanas conductas, que nos están llevando a los mismos umbrales del averno, bailando al son que tocan los poderosos, o, lo que peor aún sería, no siguiendo el camino que su conciencia le señala, sino el de un provecho fácil, traicionando los principios que por otro lado pregonan.

       Algo que raras veces acaece con el tiempo y las estaciones, que, más tarde o pronto, reconducen su senda, por muy inconstantes y volubles que antes nos parecieran.