lunes, 25 de febrero de 2013

EL UTÓPICO SUEÑO DE UN RIO



     En estos días en que frío y sol se enzarzan  en una lucha sin cuartel, a ver a quien le  pueden más las fuerzas, nadie parece acordarse ya de los precedentes, de intensa lluvia: nadie salvo el Guadalevín, que mete tanto ruido, en un intento de ser tenido en cuenta, como si las tripas de la ciudad fuera. Hay añoranza de la ciudad en el río,  a la que sólo cató en sus comienzos, cuando apenas era un arroyo de nimia corriente.  Quisiera subir ahora, en épico brinco de espuma, gateando por rocas que son esmeraldas  hasta donde aquella se encuentra; ser uno más entre todos los que conviven en ella. Vano sueño de siglos, el de desviar su camino hacia el mar, el de ser más alpinista que canto rodado. Para avisar de su presencia, para que le echemos una mano, aun varios días después de haber cesado la lluvia, el Tajo es todo río y copla,  un rumor que no se detiene, que a poco que se ponga atención y oído, clama y llama por ese imposible encuentro en las alturas; una utopía más la imposible cita, una entre tantas a las que nos tiene acostumbrados este escenario de ensueño. 

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