lunes, 21 de enero de 2013

BATALLAS DE LAS QUE SE VEN MENOS



       Ha librado ya tantas batallas,  de las de verdad, el escenario del Puente, fratricidas, y foráneas, que la de esta mañana, con otras armas que las de matar, con un cielo indeciso, a ratos tapados a ratos de azules tonalidades, cobraba un aire especial. Puede que en su caminar, nuestro venerado Puente, ya casi tres veces centenario, nunca se viera en otra de parecidos perfiles, con su superficie tomada por modernas máquinas, de las gigantescas y de las de menor prestancia, y una concentración de visitantes de allende nuestros límites locales, que no sabemos bien por qué cúmulo de circunstancias se habían puesto de acuerdo para coincidir en tan concisa superficie, que hoy lo era más que nunca. Si añadimos que además de los agentes que dirigían el tráfico, sin conseguirlo, de los obreros que a falta del inicio de las obras, se tomaban su buen bocadillo casero y de los coches que en ningún momento se detenían, sin hacer caso a otras órdenes que no fueran las del conductor del vehículo, se imaginarán ustedes qué novísima contienda era la que allí se mantenía.

       Me decía allí mismo, al pié de la efigie de Ríos Rosas, (que más que nunca volvía las espaldas al paso del Puente, para qué no se le culpara, como a cualquier político, de lo que allí ocurría), un experto albañil ya jubilado, de los que desde que nacieron se han ganado honrada y modestamente la vida con el palustre, levantando muros y lamiendo heridas del tiempo a viviendas de todo tipo, que el despliegue era tan aparatoso como costoso e innecesario; que la misma grúa que evidentemente causó el daño con sus vibraciones, utilizada convenientemente, ayudaría con poco esfuerzo a volver la piedra desplazada a su sitio original. El resto, lo solucionaría un grapado en condiciones; que era una barbaridad lo de emplear siete mil euros en una obra, que no requería más de mil.

     Bueno, librada nuestra particular batalla, ya hacemos, como ejemplares ciudadanos, mutis por el foro; no tranquilos desde luego, más bien con el alma en vilo, temblando porque a pesar de tan suculenta inversión los réditos desmerezcan.

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