martes, 21 de agosto de 2012

EN AUTOBÚS A LAS 6,30 DE LA MAÑANA



     Cincuenta kilómetros escasos, se dirían que no son nada al volante de un moderno vehículo, de esos que más que llevarlos tú, te llevan ellos a tí, Ojo, en cualquier caso, porque este mismo pensamiento, llevado a la práctica, dio con más de uno, por creerlo doctrina, llamando con similar celeridad que el coche a las puertas del más allá.

     Las posibilidades aumentan cuando el trayecto, infernal, a cubrir, es ese medio centenar de kilómetros que desde Ronda nos acerca a San Pedro. Al menos, parecería eso si no fuera porque son tantas y tan intrincadas las revueltas del camino y tan profundas y sinuosas las curvas hasta superar en número cinco veces el de la distancia, que nunca sabes si lo que el coche, autobús en nuestro caso, hace es progresar, como es su tarea, o retroceder hacia su origen, espantado al ver dónde le sitúan las curvas: al mismo filo de espantosos precipicios, y dónde de precipitarse por ellos acabarían sus días en este mundo.

     Con esto de las restricciones y supresiones de antiguos horarios, como no estamos por asarnos de calor en el próximo autobús, que no saldrá hasta mediodía, el que nos transporta a las riberas del Mediterráneo, parte con nosotros hoy a hora tan anormal como las 6,30 de la mañana.

     Ventaja inopinada para los que soñolientos nos desparramamos en la oblonga longitud del autobús, es que lejano el amanecer, las curvas y dificultades de la escabrosa carretera, más se imaginan que se palpan. No todo iban a ser inconvenientes. 

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