lunes, 2 de julio de 2018

         DESEOS, QUE NO REALIDADES, PARA LA ESTACIÓN

        Con la vista clavada en el almanaque, se evade una parte de nuestra vida, esperando que el paso huidizo de las horas, de las estaciones, de los meses nos traigan un innominado no sé qué de lo que nos parece carecemos, o porque no nos basta lo que de ello disponemos; la otra parte, quejándonos amarga y reiteradamente de lo que entendemos es una situación, la nuestra, harto injusta para nuestros méritos, con creces mejores de los de otros que andan en el mundo entre risas y sábanas de caras texturas.
     No es enero, cuando se avanzan inútiles deseos para que nos lo conceda, siendo misericordioso, el año, sino que asentados estamos ya en el zaguán de este julio de cesares conquistadores, que, también, a su manera, al mando de unos ardientes meses nos va a imponer su justiciero reinado. Es por eso, que nos gustaría, un poco a destiempo, con particular capricho, pedir para ese ardoroso periplo que nos espera, por si alguien, dios, invisible espíritu o algo más allá de nuestra pobre comprensión nos escucha: en beneficio propio,  menos ardor en la atmósfera, perenne compañera y de taimados designios a veces; luego, no ansiar mas que el no perder lo que ya tenemos, ni el aprecio de los que ya en algo nos consideran, ni el amor de los nuestros, ni tampoco, como dorado colofón que todo lo anima, el sueño de soñar la existencia, pero viviéndola, amando lo mucho que tiene que amar. Y no sé si es demasiado pedir.

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