domingo, 18 de diciembre de 2016



     A este frío de cortante filo y de gélida acometida que se ha dejado caer de bruces, con todas las de la ley, además, porque sus días han llegado, hacemos mal en cargarlo de improperios y maldiciones, con una actitud muy propia de los humanos, que de todo nos quejamos y renegamos, cuando tantas otras cosas que merecen nuestras críticas y que no proceden de la naturaleza, sino de los hombres, las pasamos por alto. Y tendríamos que recordar, sean cuales sean nuestras preferencias por el tipo de atmósfera que mejor nos va, no solo que todas están ahí formando parte de un engranaje en el que brilla la perfección y la utilidad, en el que nada sobra ni falta, en el que tan necesario es el frío como el calor para que todo funcione y se siga manteniendo el orden de la tierra como planeta, algo que estamos decididos a a trastocar.
     Tampoco deberíamos echar en el saco del olvido que, aunque meridionales por situación, por encumbrado y montaraz nuestro suelo serrano acoge en la estación invernal que se nos viene encima, destempladas brisas, escarchas y nieves en ocasiones, que, si ateridas y desabridas pueden parecer, cumplen con un cometido que no es más que germen y espléndida vida a no tardar. Con el mejor de los ánimos y sin perder nunca la sonrisa, saludemos el advenimiento del invierno, que, como consuelo para sus detractores,  digamos que, ni con mucho,  es el que solía ser y atemorizar, lo que bien mirado, considerando las causas,  no es que sea una noticia como para brincar de alegría.

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