jueves, 19 de noviembre de 2015

SOL OTOÑAL


     ¡Sol de otoño, sol de membrillos y de vino mosto color dorada miel, sol de irisados castañares, de ir y venir de bandadas de aves, dudosas de emprender el vuelo hacia otros horizontes más calmos, porque no vale la pena dejarse el alma para buscar lo que aquí ilumina!
      Plácidos son los días, que transcurren, por lo que a la atmósfera se refiere, como los de un soñado paraíso, en el que todo tiene apariencia de ese edén: los parterres, recortados sobre un mullido y multicolor friso de hojas; en los valles, con pátina de eternidad en los bancales y huertos, y en el oculto curso del río, un culebreo que no se distingue, tapado por álamos que lo guardan y conducen. Y más allá, otra fronda, esta pétrea, de zafiros tonos y descomunal e inmaculada belleza, en el que se miran ciudad y montañas, como amigos ancestrales, en las que nos miramos todos los que por aquí andamos.
       ¡Cuánta serenidad, cuánta paz, y cuánta maldad y cuánta sangre derramada. Cuántas víctimas inocentes de un fanatismo sin nombre y sin explicación, allá en el París de nuestra juventud!¡Cuánta de esa paz que nos envuelve aquí desearíamos para esos muertos! ¡Que nada hubiera ocurrido, que todo fuera también un mal sueño, del que tarde o tempranos despertaríamos!

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