viernes, 9 de enero de 2015

TRAS LA BATALLA DE LAS FIESTAS



             Un resto de madrugada queda, ahora que ya estalla la mañana, con ese trozo de luna que se dijera ha trasnochado más de lo que debiera y que sin conseguirlo trata de pasar desapercibida birlándonos parte de su redondez. También en nuestros hogares restos quedan de las lides libradas en las pasadas fiestas; indigno derroche aunque se quiera disimular con toda clase de eufemismos que tocan a nuestra sensibilidad para ofuscarla.  Restos de juguetes, caros y olvidados nada más entregarlos. Restos de comidas, con todas las posibilidades de acabar en el contenedor más cercano, que todavía duele más a los que conocimos otros tiempos nefastos en los que la tesitura no era qué comer o dónde comer, sino cómo comer.  La alegría mayúscula de todo este negativo discurso, nos la da una vez más la ciudad muy desatendida estos días, con su serenidad y paisaje, a la que ufanos volvemos aunque no volvamos victoriosos de ninguna cruzada ganada, más bien un poco lo contrario, y que hemos vuelto a reencontrar.

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