martes, 10 de diciembre de 2013

ULULA EL VIENTO



     Ulula el viento, atronadoramente, alocadamente, como un orate sin freno, con fantasmales e inacabables uuuuu, de voces sin gargantas ni tino alguno, y como si quisiera dotar a sus bravuconadas de otras ocultas armas y acciones, se enfrenta sin desmayo a sus tradicionales enemigos, a muros y árboles, con inaudito vigor y una insistencia que resulta más que atronadora, cansinamente desorbitada; pero sí con ínfulas de destrozar nervios y de brincar en nuestras cabezas como si fuera allí donde toda esta inútil lid tuviera lugar y sentido, que no tiene ninguno, salvo para, sin ánimo de pretenderlo, dejar que esa máquina de pensar, incansable, obcecada, que nunca se agota, que es la mente humana, cese por unos furtivos instantes de aventurar ideas, de buscarle un por qué a cuanto vemos.
       Y después de todo, Zaide, hay que darles gracias a ese pertinaz ventarrón, de que introduzca un cese, un súbito e inesperado parón, en nuestra fábrica de ideas, por muy pasajero que sea, porque es algo que ni siquiera el sueño, con su próvida carga de mudanzas en nuestro estado, consigue.

        

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