viernes, 13 de diciembre de 2013

CINCO DE LA MADRUGADA



     Es un sentimiento el amor, con raíces tan extensas y profundas que pocas veces se detiene en lo puramente humano, con ser este, el que nos une a otros seres, el más entrañable. Pero también amamos a otras cosas que escapan de esa esfera, a cosas animadas e inanimadas con las que establecemos con frecuencia, de forma ignorada, unas relaciones de atracción, a las que con toda propiedad también podríamos llamar de  amor. Muchas son las cosas que nos enamoran en nuestro caminar por el mundo, que nos embrujan y apasionan porque tal vez están ahí para eso, para darnos un poco de ilusión, de cobijo.
    Una relación muy especial es la que establecemos con el tiempo. ¿quién no ama determinadas atmósferas, ciertos días en que se diría que sus luces, sombras o soles, son afines a tu ánimo, como nacidos expresamente para que roces nuevos universos, otros linderos? ¿o esas horas del atardecer o del amanecer, cuando todo parece acabar o renacer? 
     A veces, Zaide, es el tiempo el que nos señala, el que nos elige. A nosotros, al menos, sin causa que lo justifique, nos muestra su inmenso reloj sin manecillas, ni números, para decirnos cada fría madrugada que son las cinco. Ignoramos qué propósito es el suyo, si augurio, burla o anuncio de que algún día algo no acostumbrado sucederá en esa hora en que todos, menos nosotros, duermen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario