sábado, 21 de septiembre de 2013

EN MOMENTOS DE DESASOSIEGO



     En momentos de desasosiego inquieres, Zaide, por el sentido de esta vida que tan precipitadamente se nos escapa, y me pones en un enorme aprieto porque yo, que legiones de cosas ignoro, tampoco podría decirte algo que te consuele. Más factible sería sin duda, calcular cuántas gotas de agua contienen los piélagos o cuántos granos de arena la aspereza y esterilidad de los desiertos.
            Si no el misterioso sentido de nuestra existencia, acaso podría aclararte lo que para mí le da sentido a ella: el amor y sus miles de facetas; la sabiduría, nunca lo bastante valorada; la bondad, como mejor vestidura del alma; la compresión para los errores de los otros, que no siempre son lo que parecen; la humildad y la conciencia de que aun con poder o riquezas nada somos, ni más que nadie. Y lo que le resta sentido: las guerras como mal mayor, el hambre, el odio, el rencor, la esclavitud, el sufrimiento que no origina la naturaleza, sino el hombre, y para qué seguir, ya que no acabaríamos en días de enumerar iniquidades.


             

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