Con tanto ajetreo de viajes, trenes y taxis para recorrer el camino a la medida que imponen los tiempos, más los imprevistos de los que nunca estamos libre, hemos dejado sin prestar la debida atención a la llegada del verano. Un verano que si es tan atípico como se anuncia, tendrá de todo. Preferible la variedad, en cualquier caso, al tedio que lleva aparejada la monotonía. Nos conformaríamos con un poco menos de ese calor sofocante de otros años, ya que tampoco sería cuestión de echar por alto las vacaciones de más de uno de los afortunados que trabajan todo el año, ya que tener ocupación remunerada actualmente es entrar en un grupo de privilegiados, aunque, los verdaderos privilegiados ya sabemos todos quiénes son y los senderos que se utilizan para alcanzar esa ignominiosa cima.
Será mejor, en fin, hablar del tiempo, de sus virtudes y veleidades, del verano y de las exudaciones y sofocos que nos esperan, entre otras cosas porque se evita hacerlo de otros temas más penosos y menos tenebrosos; y bienvenida sea la estación en la que gobierna el astro rey como justo y equitativo dueño y señor, ya que al menos no faltará su calor, ni sus leyes, iguales para todos, ahora que de tanto carecemos y tanta desigualdad existe en nuestro mundo.
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