jueves, 15 de noviembre de 2012

EL PUENTE Y SUS ACERAS





      Con un noviembre que no quiere pasar desapercibido, hoy ha sacado a relucir otra de sus recias armas otoñales y un viento bravucón como el que más se ha encargado de refrescarnos el rostro cuando no de desbaratar todo el mimo que habíamos puesto, como cada mañana, en que los cabellos en nuestra cabeza surgieran con un mínimo de orden.

     Ya decimos que este noviembre quiere dejar huella y si no contemplemos a nuestro Guadaleví, todavía manando leche, por la blancura de sus aguas y el clamor de su caudal, más revuelto y veloz que nunca, todo como consecuencia de esa reñida lid que en estos pasados día emprendieron cielos desatados y tierras encrespadas. 

     Hablando de agua, bien nos vendría que alguien se detuviera a pensar que las aceras más concurridas de nuestra ciudad, y con mucho, son las que alberga el Puente Nuevo, y que con cualquier lluvia, por pequeña que sea, cada losa, cada superficie de ellas da cabida a un charco, imposible de evitar. Los millones gastados en darle un giro patético con el antiguo ayuntamiento a la plaza de España, no sirvieron siquiera para lo que verdaderamente pedía a gritos un remedio. 




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