lunes, 19 de noviembre de 2012

PROTECCIONES QUE NO LLEGAN, SINO TODO LO CONTRARIO.




     Triste coincidencia es la de que habláramos del Puente hace sólo unos días y que hoy por un problema mayor repitamos protagonismo de nuestro venerado (o debería) monumento. Algún conductor imprudente según todos los indicios, descargó su ebriedad o su ira estrellando su vehículo contra el pretil del Puente con velocidad y energía suficiente como para desplazar parte de él abriéndole una prolongada herida.

        Si ya nos acongojaba la cercana visión de la Casa del Rey Moro hasta el cuello de andamios, mostrando también sus sucias entrañas, por no hablar del empequeñecido entorno de la plaza de España, ahora pasto de coches en gran parte de su superficie, qué decir del lastimoso escenario actual, que ya de paso nos da lugar a varias consideraciones:

          Primero. Hora sería ya, por parte de quien corresponda, de asumir la responsabilidad de dedicar unos minutos a estudiar el estado del pretil del Puente. Unos siglos de su presencia pasan factura cualquiera que fuera la fiabilidad de su firmeza primera. La piedra está corroída en gran parte de él y bien merece una cura, cuando tanto dinero malgastamos desde hace unos años en obras no sólo innecesarias sino que están transformando para mal, y con poco remedio, la belleza original de nuestro urbanismo.

           Segundo. Solución compleja entendemos que es intentar aminorar el tráfico por el Puente, pero bueno sería que técnicos y expertos de los que se ganan la vida con estas cosas y paga el pueblo se esforzaran por buscarla,  o un día no muy lejano nos llevaremos una sorpresa de las mayúsculas y eso sin que medie ninguna embestida como la que comentamos. Demos tiempo, y no mucho, al tiempo.



   

  
   

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