jueves, 21 de junio de 2012

LA CIUDAD A ESTAS HORAS



          Caminar sin rumbo por calles desiertas. Una de las ventajas de recorrer la ciudad a hora temprana, no tanto que no haya salido ya el sol, pero sí con la mayoría de sus habitantes saboreando las dulzuras del descanso, aunque no siempre lo haya, es la de recuperar espacios hace una eternidad de años perdidos.
                El hecho de poder prescindir de las aceras, por lo demás una verdadera calamidad hoy en día, -con deslizantes subidas y bajadas, verdaderas colinas algunas, un martirio para los de más edad- compensa si es que hubo algún sacrificio, que no es nuestro caso, del madrugón.
                Las calles vacías son nuestro dominio ahora y esa misma soledad y quietud parecen añadirles longitud y derechura, no exenta de una belleza difícil de calibrar a otras horas. Más salientes y familiares con este primer brillo que les saca el día, balcones, rejas y enhiestos cierros toman vida asomados a un espacio, a una atmósfera y a un silencio que ahora son algo suyo, no por mucho, la verdad.  

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