lunes, 6 de febrero de 2012

ARDE EL PAN DE LOS PUEBLOS

           Dos elementos tan opuestos como frío y fuego, no es frecuente, pero alguna vez se ponen de acuerdo para coincidir sin excluirse. Vimos ayer con algo de sorpresa una estampa típica de los veranos: el bronco rumor de los helicópteros, llenando de ruidos un helado domingo sin ellos, con su carga de agua balanceándose en los aires calmos, asumiendo la penosa y complicada tarea de poner fin a las voraces llamas de un incendio en las sierras.
      Desgracia tanto más de lamentar cuanto que lo destruido, unas quinientas hectáreas, en los términos de varios pueblos de la Serranía, constituye uno de los pocos y ancestrales medios de vida de gran parte de sus habitantes: castaños, alcornoques u olivos, que no por viejos y familiares dejaron nunca de acudir año tras año a la llamada de la naturaleza y a ceder su cosecha, una bendición que ahora se verá limitada y sus dueños empobrecidos, si es que no lo estaban ya.
       

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